Calificación: 9’5/10. 5 estrellas.
Después de haber leído el librito Todos deberíamos ser feministas quedé
francamente encantada con la autora Chimamanda Ngozi Adichie y con su visión
del feminismo. No dudé en compartír mi entusiasmo con mi familia y en
recomendarles encarecidamente su lectura, por lo que fue una gratísima sorpresa
cuando hace unas semanas me regalaron otro libro sobre feminismo de esta misma
autora, también sumamente breve.
Es increíble la manera en la que te atrapa la forma
de relatar de esta autora. Nuevamente, me acabé el libro en aproximadamente una
hora, con la estupenda sensación y satisfacción que deja una buena lectura.
Diría que este me ha gustado incluso más que el anterior.
Si Todos
deberíamos ser feministas se centra en abordar la definición de este
controvertido concepto atendiendo a las diferencias de género que la sociedad
ha construido entre hombres y mujeres, este otro hace lo propio en el caso de
los niños y niñas. Si el libro anterior constituía la adaptación y puesta en
escrito de una conferencia dada por Chimamanda, este es la adaptación de una
carta que esta escribió a una amiga suya que acababa de dar la luz y que le
había encargado la empresa de aconsejarla detalladamente acerca de cómo debería
educar a su recién nacida desde temprano en el feminismo. Por ello, la advierte
acerca de las pautas distintivas que la sociedad impone a los niños y niñas
desde su nacimiento, haciendo que estos se diferencien en su forma de
comportarse, vestir, hablar, e incluso en lo relativo a sus aspiraciones de
futuro.
A modo de resumen del contenido, podría señalar
que Chimamanda rechaza que las tareas domésticas constituyan una tarea naturalmente
femenina —dado que no son habilidades innatas o biológicas, sino adquiridas por
aprendizaje— y que las mujeres deban renunciar a trabajar fuera de casa.
También subraya cómo muchas veces son las propias mujeres las que contribuyen a
excluir a los varones de las tareas del hogar o de la crianza de los niños bajo
la creencia de que no van a poder desempeñarlas tan bien como ellas.
Del mismo modo, reprocha a su sociedad que la
aspiración al matrimonio sea inculcada persistentemente en la mente de las
jóvenes como meta de vida, pues rehúsa pensar en este como en un premio que
haya que perseguir. Más adelante, señala cómo la sociedad acentúa las diferencias
entre niños y niñas debido a los juguetes que se destinan a cada uno, y que
tienen un carácter completamente opuesto: lo juguetes de niños son activos, los
de niñas, pasivos. También aboga por rechazar el denominado Feminismo Light que observa en algunas
personas de su cultura, y que no es más que otra forma de machismo enmascarado,
pues sostiene que la mujer puede hacer lo que quiera siempre que el marido se
lo permita.
Chimamanda también recalca el valor de la lectura,
y recomienda encarecidamente su aprendizaje por parte de las niñas para ampliar
sus conocimientos y abrir sus horizontes. Además, aconseja a la madre de la
recién nacida cuestionar el lenguaje sexista frente a su hija, para que esta no
dé por sentadas las afirmaciones machistas que este oculta. Defiende, asimismo,
el derecho de la mujer nigeriana a poder conservar su apellido en lugar de
adoptar el del marido tras el matrimonio. Se muestra favorable a enseñar a la niña a que no
pretenda gustar a los demás ni actúe solo para complacerles, y que nunca sienta
temor de expresar su opinión o decir que no. Recuerda que la población
nigeriana debería ver su cultura con objetividad, valorando lo bueno pero
también reprobando sus aspectos negativos.
Otro apunte interesante que hace es que feminismo y feminidad no se excluyen
mutuamente: ni arreglarte poco te hace menos mujer ni engalanarte más te hace
menos feminista. Por ello, también hay que desmontar los prejuicios que
se tienen hacia las mujeres que cuidan su imagen. Por último, Chimamanda recomienda enseñar a las
niñas a buscar alternativas a las formas de vida que se les imponen y a no
avergonzarse de hablar de cuestiones tales como el sexo o los atributos
sexuales.
Si tuviese que hacer tan solo una mínima crítica
al texto sería el hecho de que Chimamanda pasa de puntillas sobre el tema de la
homosexualidad femenina, de lo que se obtiene una conclusión poco clara sobre
su postura al respecto. No parece reprobarlo, tampoco defenderlo. Sí parece
partidaria de respetarlo, pero no queda nada claro ya que el tema es evitado de
forma bastante ostensible.
Fuente de la imagen:
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