Calificación: 5/10
Esta fue otra de las lecturas
encomendadas por mi profesor Miguel Espigado. Confieso que yo no había oído hablar de esta
novela, ni siquiera de su autor, Junot Díaz, hasta ese momento. Lo cierto es que cuando se nos explicó
brevemente en qué consistía la novela, no me despertó ningún interés, pero
quería estar al día cuando hablásemos sobre ella en clase.
No me equivocaba demasiado. No es
para nada mi estilo de novela. Admito que no gusto demasiado de novelas
literarias, mi devoción son las de género. La literatura pesada, ganadora de múltiples
premios y aquella etiquetada como “la de calidad” nunca me ha suscitado
curiosidad suficiente como para emprender su lectura. La vida ya es demasiado complicada
como para leer o ver cosas que te sumerjan en trascendentales y descorazonadoras
divagaciones filosóficas acerca de la vida, la sociedad, el ser humano, etc. Yo,
al leer, busco desconectar de tanta reflexión —que ya ejercito suficientemente
en clase—, y pasar un buen rato, sin comeduras de coco ni finales amargos que
me dejen sumida en una leve depresión momentánea.
Lo cierto es que este libro, aun siendo
novela literaria, no es TAN literaria en ese sentido. Digamos que toma ciertos elementos
de la novela de género que la hacen más llevadera, más informal y menos seria. Empezando
por el lenguaje, no es lo que cabría esperar de una obra de este tipo: jerga coloquial
dominicana, expresiones explícitamente sexuales, léxico de la calle, etc. Por otra
parte, tenemos el tono. El autor hace uso de un tono humorístico e irónico
general que sin duda ayuda a rebajar el drama y a hacer la lectura de
acontecimientos tan sumamente trágicos mucho más amena.
La novela cuenta la vida de un
joven dominicano llamado Óscar con experiencia nula en relaciones sentimentales.
Su suerte con las mujeres es TAN deplorable que el autor sostiene la teoría que
tras esta solo puede encontrarse una maldición, el fukú dominicano. Esta es una condena que se trasmite de generación
en generación, lo que lleva al autor al ir aumentando cada vez más el margen y óptica
de los acontecimientos, remontándose a generaciones pasadas hasta dar con el
suceso o desencadenante responsable de la maldición que ha pesado sobre esa
familia, cada uno de cuyos miembros ha tenido un final trágico en mayor o menor
medida. Cada capítulo se enfoca en la
vida de uno de ellos, en tercera persona. En el momento en que, sorpresivamente,
la narración recupera la primera persona, entendemos que ese personaje —no daré
más datos para dejar que lo descubráis por vosotros mismos— es el que está
contando la historia después de que todo haya terminado.
Lo cierto es que, si bien la
primera mitad del libro no me estaba gustando casi nada, empecé a sentir tal curiosidad
por el destino que depararía a los personajes que decidí leerlo hasta el final,
aun cuando mi profesor ya me había
spoilereado el final. Igualmente quería leerlo. Curioso, ¿no? Parece que la
historia no me desagradó tanto al fin y al cabo.