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sábado, 7 de agosto de 2021

Biografía: "Marie Curie, una luchadora incansable que logró dos Nobel con genio y perseverancia"

 
 
He aquí una penúltima biografía de la colección de kiosco Grandes Mujeres. La que yo creía que era la última que tenía a mi alcance, fue ni más ni menos que la fue la primera entrega de la colección, acerca de la gran científica polaca Marie Curie.

Me gustaría retaros a adivinar sobre quién será la última, que publicaré en unos días. Dejadme vuestras averiguaciones en los comentarios, por favor. Os daré dos pistas: la primera es que no es ninguna de las mujeres que aparecen enumeradas o fotografiadas bajo este párrafo. La segunda es que una de sus obras se considera uno de los pilares sobre el que se construyó el movimiento feminista. ¡A pensar!
 

 

De nombre de nacimiento Maria Sklodowska e hija de Władysław Skłodowski y Bronisława Boguska, esta importante mujer nació en Varsovia en 1867. Eran un total de cinco hermanos: Zofia, Józef, Bronia, Helena y Maria. Cuando Maria solo tenía nueve años su hermana Zofia falleció de tifus, y, dos años después, falleció su madre de tuberculosis.

En aquel entonces Polonia estaba bajo el dominio de los rusos, que castigaban cualquier forma de patriotismo polaco. Aun así, muchos profesores se arriesgaban gravemente e impartían clases de historia polaca a los niños. Así, desde muy pequeña, Maria aprendió a amar su patria aunque no tuviera permitirlo defenderla a viva voz.

Era una alumna brillante, hasta el punto que recibió una medalla de oro al terminar la escuela secundaria. Ella sabía que el modo de poder recibir una aceptable enseñanza universitaria siendo mujer implicaba trasladarse a alguna ciudad como París, por lo que ella y su hermana Bronia se ayudaron mutuamente a reunir los ingresos suficientes para trasladarse ambas allí. Para ello, Maria dio clases particulares y ejerció de institutriz con unos familiares de su padre, los Żorawski. Allí se enamoró del hijo de la familia, Kazimierz Żorawski, quien a pesar de corresponderla, rechazó comprometerse con ella por recomendación de sus padres.

Bronia se trasladó a la capital francesa para estudiar Medicina y se casó con el médico Kazimierz Dłuski. Maria no llegó a París hasta 1891, donde ingresaría en la Facultad de Ciencias de la Sorbona mientras se hospedaba con su hermana y cuñado y, posteriormente, sola en el Barrio Latino, en condiciones de pobreza. Allí se licenció en Física con la mejor nota de toda su promoción, a pesar de haber tenido que enfrentar muchos recelos por ser la única mujer.

Fue en 1894 cuando conoció al que se convertiría en el gran amor de su vida, Pierre Curie, que era un profesor e investigador en la Escuela de Física y Química Industrial. Ese mismo año, Maria se licenció también en Matemáticas —carrera que había estudiado mientras compaginaba sus estudios con trabajar en el laboratorio de uno de sus profesores— e inició un la investigación sobre las propiedades magnéticas de los aceros. Pierre le propuso matrimonio y Maria, al principio, rechazó la proposición porque había regresado a Polonia. Sin embargo, Pierre, seguro de sus sentimientos, se ofreció a seguirla hasta Polonia aunque tuviera que subsistir dando clases de francés. Esto terminó de enamorar a Maria, que finalmente se quedaría en París con él estudiando un doctorado, después de haber sido rechazada laboralmente en la universidad polaca por ser mujer.

Un año después, la pareja contrajo matrimonio en Sceaux, y ella adquirió el nombre por el que sería conocida para la posteridad: Marie Curie. En 1897 nació la primera de sus dos hijas, Irène, y Marie publicó un artículo acerca de la imantación de los aceros. También daría inicio a la investigación sobre los rayos uránicos, investigando acerca de la radiación emitida por las sales de uranio siguiendo la estela de los trabajos comenzados por el físico Henri Becquerel. Al año siguiente los Curie anunciaron el descubrimiento de dos nuevos elementos químicos: polonio —al que llamaron así en honor a la patria de Marie— y, poco después, el radio.

                                     
El siglo XX comenzó con el matrimonio impartiendo clases de Física, Pierre en la Sorbona, y Marie en la Escuela Normal Superior Femenina de Sèvres. Fue en 1902 que Marie logró al fin su ansiado propósito de aislar el radio, tras un trabajo de disección realmente arduo y costoso, y, un año después, se convirtió en la primera mujer en Francia en presentar una tesis doctoral, que recibió una calificación de sobresaliente cum laude. Ese mismo año trajo dos sucesos más. En el lado desafortunado de los acontecimientos, dio a luz a un hijo que falleció poco después tras un parto prematuro. En el lado afortunado, se convirtió en la primera mujer en recibir un premio Nobel, el de Física, compartido con su marido y con Henri Becquerel.

No obstante, esto no tuvo exento de polémicas. Varias figuras masculinas de su alrededor tuvieron que interceder para asegurarse de que el premio le fuera concedido también a ella, algo que no se había contemplado en inicio solamente por su condición de mujer. Su propio marido aseguró que él no aceptaría el premio si no le era concedido también a ella.

En 1904 Pierre recibió la cátedra de Física General y Radioactividad, mientras que Marie fue nombrada jefa de laboratorio y dio a luz a su segunda hija, Ève. El año siguiente fue sin duda el más trágico de la vida de Marie, que quedó absolutamente devastada ante la repentina muerte de su marido, arrollado por un carruaje mientras cruzaba la carretera en un día de lluvia. Se sumió en una profunda desolación de la que tardaría muchos meses en resurgir. Finalmente, accedió a ocupar su lugar en la cátedra. Se convirtió en la primera mujer profesora de esa universidad y la primera directora del laboratorio perteneciente a la misma. En los años venideros Marie tuvo que sufrir las despiadadas críticas de los medios, que aseguraban que desde la muerte de su marido ella no había vuelto a hacer ningún descubrimiento, lo que para ellos demostraba que todos sus méritos se habían debido a su marido.

                                     

Con el paso de los años Marie se fue reponiendo de la grave pérdida y comenzó una aventura con Paul Langevin, lo que ocasionó un gran escándalo público que le granjeó numerosas críticas en los medios, amenazas de muerte y muchedumbres enfurecidas frente a su casa. En 1910 publicó el Tratado sobre la radioactividad y, un año después, recibió su segundo permio Nobel, esta vez en solitario y en Química, convirtiéndose así en la primera persona en obtener dos veces dicho galardón. Ese mismo año había sido rechazada como miembro de la Academia de Ciencias de Francia y del Instituto de Francia porque sus miembros se negaban a romper con la tradición y admitir por primera vez a una mujer, que además era extranjera y posiblemente atea. El citado galardón le permitió solicitar condiciones de trabajo algo mejores.

En 1914, justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, se terminó la construcción del Instituto del Radio francés. Marie, con ayuda de su hija Irène, además de esforzarse por mantener a salvo las muestras de radio para evitar robos en su laboratorio, dirigió el Servicio de Radiología de la Cruz Roja francesa y condujo las llamadas petites Curies, ambulancias radiológicas equipadas con placas radiográficas para poder conducir estas a los heridos en combate y facilitar la localización de la metralla que debía ser extraída de sus cuerpos maltrechos. También desarrollaría la aplicación con fines terapéuticos y esterilizantes de emanaciones gaseosas de radio.

                                     

Tras la guerra, conoció a Marie “Missy” Meloney una periodista americana muy interesada en ella que se comprometió a ayudarla a conseguirle un gramo de radio para proseguir con sus investigaciones. Para ello, dio  lugar a una campaña de donaciones de varios filántropos estadounidenses para la recaudación de fondos para la investigación del radio. Así, en 1921 Marie viajó a Estados Unidos entre  honores y laureles —algo nada de su agrado— para recoger este preciado gramo de radio, concedido por el presidente de Estados Unidos. Un año después ingresó en la Academia de Medicina francesa. En 1929 regresó por segunda vez a Estados Unidos, donde recibió un cheque para financiar sus investigaciones sobre el radio. Desde 1925, su hermana Bronia dirigió el Instituto del Radio de Varsovia.

Madame Curie falleció en 1934 por una anemia aplásica probablemente producida por su exposición al radio y fue enterrada en el cementerio de Sceaux al lado de su marido. Los restos de ambos fueron trasportados en 1995 al Panteón de París, donde residen junto a los de otras figuras relevantes. 

 

Marie se me reveló en esta biografía como una mujer realmente estoica y de valores morales firmes y arraigados. Nunca se compadecía por la delicada situación económica en la que vivió toda su vida y las penosas condiciones de sus laboratorios de trabajo. Rechazaba ciertos puestos y distinciones y siempre estaba dispuesta a donar el dinero de becas recibidas o el procedente de los Premios Nobel para ayudar a otros. En cada uno de sus movimientos se intuía el deseo de ayudar y su falta de interés en la fama o el prestigio social, mostrándose distante y molesta con las muestras de atención pública. Una filántropa en toda regla.

Sin duda la parte más trágica de la biografía fue leer los sucesos que precedieron y sucedieron a la terrible muerte de Pierre. Detalles como leer cómo Marie conservó al comienzo sus ropas ensangrentadas antes de llenarlas de besos y arrojarlas al fuego, o el hecho de que ella se culpara a sí misma por su muerte debido a que aquel día ella debía de haberlo estado acompañando en el trabajo pero en su lugar decidió quedarse de excusión con sus hijas. Fue realmente duro de leer. Pierre realmente parecía un buen hombre y un buen marido. Compartían su pasión por la ciencia y la filantropía. Realmente eran almas gemelas y es enormemente trágico que perdiera al amor de su vida tras solo una década de matrimonio. La bondad de Pierre parecía ser cosa de familia, ya que Eugène y Jacques, padre y hermano de este, fueron un gran apoyo para Marie antes y después de la muerte de su marido. Eugène incluso tuvo un papel fundamental en la crianza de las niñas Curie mientras sus padres trabajaban en el laboratorio.

Es de agradecer el apoyo con el que contó durante toda su vida, no solo por parte de su hermana, sino por parte de algunos de sus profesores, su marido y otras eminencias importantes de la época, algunas de las cuales no dudaban en defenderla ante las críticas y burlas misóginas que recibía constantemente. Cabe hacer una mención especial a Albert Einstein, quien la apoyó y defendió en diversas ocasiones, a pesar de que no se salvaba de realizar alguna que otra observación machista como declarar que la Ciencia amargaba el carácter de las mujeres.

Resulta exasperante pero a la vez predecible leer las innumerables veces en las que a Marie no le fueron concedidas distinciones, puestos de trabajo o posiciones en instituciones importantes solo por el hecho de ser mujer, a pesar de haber demostrado de sobra por méritos propios estar más que cualificada para ellos. Ante estos rechazos, Marie aunque dolida, se recuperaba rápidamente y seguía adelante sin otorgarle demasiada importancia. Una muestra más de estoicismo y de priorizar las cosas importantes con las que ya contaba en su vida. Sin duda, una mujer ejemplar.

 
 
 Fuentes de las imágenes: 
Wikipedia y Google images

 

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