Tras mi lectura de las biografías de grandes
mujeres, me propuse releerme sagas de fantasía que hubiera leído tan solo una
vez en mi preadolescencia y adolescencia. A continuación expongo mis
impresiones al haber releído, en el curso de dos semanas y media, Las Crónicas
de Narnia de C.S. Lewis. Aviso que este artículo es bastante largo y en su primera mitad muy
personal y subjetivo, por lo que para los lectores más vagos recomendaría leer
por encima hasta llegar al séptimo libro, y a partir de ahí leer muy
atentamente, pues explico algunas cuestiones realmente interesantes acerca de
las probables comparaciones que pueden encontrarse entre la mitología del mundo
narniano y nuestra religión cristiana. Incluso pensé en dividir en dos esta reseña
porque realmente esa última parte merece mucho la pena ser leída y es muy breve.
Antes que nada, hay que aclarar que no existe un
único orden de numeración de estos libros, ya que ni fueron escritos en el mismo
en el que se publicaron, ni el orden de publicación original se corresponde con
el cronológico de los acontecimientos que suceden dentro de la historia. La
edición que tengo yo los coloca respetando el orden de los acontecimientos y,
sinceramente, a mí me parece el más adecuado para no perderse dentro de la
historia. Por ello, la numeración
que voy a seguir en esta reseña es la siguiente:
Libro 1: El
sobrino del mago (1955)
Libro 2: El
león, la bruja y el armario (1950)
Libro 3: El
caballo y el muchacho (1954)
Libro 4: El
príncipe Caspian (1951)
Libro 5: La
travesía del Viajero del Alba (1952)
Libro 6: La
silla de plata (1953)
Libro 7: La
última batalla (1956)
Los únicos tomos que se llevaron a la gran
pantalla fueron el dos, el cuatro y el cinco, es decir, respetaron el orden
original de publicación, o al menos los estaban haciendo hasta que cancelaron
la adaptación del resto de la saga.
Obviamente, va a haber muchos spoilers en esta
reseña, así que quedáis todos avisados.
Mi experiencia personal con Las Crónicas de Narnia:
No recuerdo cómo empezó mi conocimiento de esta
saga, pero imagino que fui a ver la primera película al cine (El león, la bruja y el armario).
Tampoco me acuerdo si fue después de esa o de las dos películas siguientes que
empezaron a comprarme los libros. Tan solo los debí de leer una vez y, si bien
no sé a ciencia cierta si leí todos los que tengo, estoy bastante convencida de
que no llegué a leerme los dos últimos. Me ha sorprendido no encontrar el
segundo en mi estantería, y he deducido que probablemente se deba a que ya
había visto la película, y yo por aquel entonces no estaba especialmente
interesada en leer historias que ya hubiera visto en la pantalla grande y me
solía centrar en aquellos tomos que no hubieran adaptado al cine. Desde
entonces, no solo no volví a leer los libros sino que tal vez tampoco volví a
ver las películas. Durante todo este tiempo perdí todo interés en Las Crónicas de Narnia y nunca pensaba
en esa saga cuando rememoraba mis sagas favoritas o personajes de libros leídos.
Fue hace unos meses cuando opté por poner escrito
las principales sagas que había leído para plantearme si releerlas, así que
añadí esta a la lista y a pesar de no tener ningún interés al principio en su
relectura me dije que si optaba por volver a leer las que solo hubiera leído
una vez esta también debía releerla, pues además era la que menos reciente
tenía de todas. Pasaron muchos meses desde que al fin me dispuse a empezar con
esta tarea y no fue hasta que recién iba a empezar con esta que realmente sentí
ganas de ello.
Honestamente, no recordaba nada de nada antes de
ponerme a leer, ni siquiera de las películas, que suelen dejar una huella más
marcada y visual en la memoria. De la película de El león, la bruja y el armario solo recordaba vagamente a Lucy
entrando en el armario y saliendo a la nieve y poco más. De alguna de las otras
solo recordaba el rostro del príncipe Caspian porque era tan guapo que tuve un
poster de la película en mi pared durante un tiempo, y también algo sobre unas
aventuras a bordo de un barco, sin más detalles. Está claro que soy la clase de
persona que puede volver a ver películas o releer libros como si fuera la
primera vez.
Al igual que me ocurrió con las películas de
Harry Potter, consideraba que tanto los libros como las películas de Narnia las
iba a disfrutar y comprender mejor ahora a mi edad aunque la historia ya se me
haya quedado un poco infantil. Y lo cierto es que no me equivocaba. Por una parte
estaba el hecho de debido a mi penosa memoria los he leído como por primera
vez, pero por otra la nostalgia por mi infancia me ha servido como un poderoso
atractivo durante la lectura.
La narración está dirigida a un público infantil de forma muy clara y
evidente. Constantemente el narrador se hace presente dirigiéndose al lector
explicándole cosas y haciéndole preguntas para asegurarse de que los niños
sigan bien el hilo de la historia y no se pierdan o no comprendan cosas. Pero
esas aclaraciones no me resultaban molestas, de hecho, a veces eran más bien
irónicas y divertidas.
Aunque me preguntaba si según leía me iría
acordando de cosas, lo cierto es que con el primer libro (El sobrino del mago)
lo único que recordaba haber leído en el pasado porque sí me resultaba familiar
fueron las escenas en las que Polly y Digory llegan al mundo de Charn (más que
nada por las ruinas y la iluminación rojiza) y el momento en el que llegan a una
Narnia que aún está siendo creada mediante el canto del león y el sol comienza
a asomar. Curiosamente, me resultaban más familiares las ilustraciones, que sí
que me sonaban un poquito más, sobre todo, evidentemente, la que representé yo
para un concurso de dibujo que gané en 1º de la ESO.
La narración de la historia me pareció, al igual
que la de los libros posteriores, más para niños de lo que pensaba, muy
enfocada al público infantil. No obstante, sin parecerme una historia
extraordinaria me ha gustado y entretenido y en la segunda mitad sí que me
daban ganas de ponerme a leer para continuarlo. Sin duda mi parte favorita
porque es realmente graciosa es cuando los animales parlantes que Aslan acaba
de crear en Narnia ven al río Andrew e intentan plantarlo en la tierra tras
debatir y determinar que debe de tratarse de una especie de planta. Esos
diálogos son verdaderamente divertidos. El resto del libro no tiene tanto humor,
tan solo ligeros toques demasiado suaves como para hacer reír.
El segundo
libro (El león,
la bruja y el armario), como digo,
lo tuve que reservar en la biblioteca e intuyo que no lo había leído nunca. Me
gustó también, pero no diría que más que el primero. Según leía sí que me iban
sonando cosas de la película como el fauno Tumnus avergonzándose de haber
avisado a la Reina Blanca de que ha llegado una humana al reino, o el hecho de
que Peter recibió como obsequios y armas un escudo y una espada, Susan un arco
y flechas y Lucy un antídoto para curar heridas con el que después de la
batalla le salvaría la vida a su hermano. Hablando en plata, Edmund me pareció “tonto
del culo” y un pésimo hermano y opino que Aslan fue muy benevolente con él al
nombrarle también Rey.
El tercer
libro (El caballo y el muchacho) supongo que sí lo leí en su momento, pero lo
cierto es que no he recordado nada según lo leía. Solo me resultaba familiar el
encuentro de Shasta con Aravis y la mención de las Tumbas de los Reyes en las
que tenían que encontrarse si el grupo se separaba. Pero ni siquiera estaba
segura de que esta sensación familiar no se debiera a que leí algún otro libro
en el que ocurriera algo parecido. Intuyo que de pequeña no me entusiasmó en
exceso porque la historia de un chico pobre y un caballo parlante que huyen y
se pasan medio libro atravesando el desierto en un contexto de reminiscencias árabes
o moras no me encaja mucho con el tipo de historias que disfrutaba leyendo de
pequeña. Ahora sí me ha gustado aunque no diría que más que los anteriores.
Valoro el hecho de que cuente una historia algo diferente
con protagonistas distintos y un ambiente y cultura también diferente. En este,
el humor está más distribuido en forma de comentarios graciosos o apuntes del
narrador a lo largo de toda la historia, no hay una escena en específico que
fuera mucho más divertida que las demás como en el caso del primero. En lo
referente a los personajes, Aslan tiene un papel menos importante y solo
aparece en momentos muy puntuales y breves. Simpaticé más con Shasta y Hwin que
con Aravis y Bree, pues los primeros son más humildes y los segundos más
pretenciosos aunque de buen corazón. Aunque Shasta y Aravis terminen juntos (como
se veía venir por ser una historia predecible para niños con final feliz), no
hubo indicios románticos durante la narración ni muestras de interés mutuo, lo
que resulta refrescante para mí, pues las tensiones románticas no resueltas a
veces terminan resultando cansinas. Sobre este hecho, me apetece rescatar una
de esas referencias implícitas que solo los adultos comprenden que
verdaderamente me hizo sonreír en complicidad con el autor. Me refiero al
momento en el que este explica que, dado que Shasta y Aravis discutían con
asiduidad, decidieron casarse para así poder seguir haciéndolo con mayor
comodidad. Honestamente, ¿acaso no es eso en lo que verdaderamente consiste el
matrimonio? Jajaja.
El cuarto
libro (El príncipe Caspian), más bien no lo recordaba en absoluto, para que
engañarnos, y, aunque me gustó, quizá me resultó levemente menos interesante
que los anteriores. En general tiene algo menos de humor y las aventuras
tampoco es que resulten demasiado frecuentes ni excitantes. El relato de la huída
de Caspian ocupa casi un tercio del libro, aunque lo cierto es que es
interesante. Por lo demás, no es que suceda gran cosa aparte de que los
Pevensie van de acá para allá intentando llegar hasta él para ayudarlo. Al
final del libro ya recibimos la triste noticia de que Peter y Susan no van a
volver a Narnia por haberse hecho “demasiado mayores” razón que, sinceramente, me
parece un tanto estúpida, pero que se intenta reforzar con el hecho de que
ninguno de los dos creyeron a Lucy cuando esta dijo ver a Aslan ni se ofrecieron
a acompañarla en su busca. Edmund, que es más pequeño, sí tuvo más fe en ella y
quizá por eso a él sí se le permitió regresar. Por otra parte, me chocó
bastante leer a un Caspian tan niño, pues recordaba al apuesto joven que lo
había protagonizado en las películas y que debía sacarle como diez años.
Cuando llevaba media relectura del quinto libro (La travesía del viajero del alba) pensé que quizá en el pasado
solo debí de empezar a leerlo y no lo terminé. Digo esto porque la escena del
principio en la que los tres niños se quedan contemplando el cuadro de la
habitación y son engullidos por él sí me sonaba mucho haberlo leído, sin
embargo, con ninguno de los acontecimientos posteriores había vuelto a tener la
misma sensación. No obstante, cuando leí sobre la Isla de los Farfallones,
sobre la Isla Oscura y el final del mundo —con las aguas rodeadas de flores— sí
tuve una muy vaga sensación de familiaridad, por lo que deduzco que sí debí de
leerlo entero.
Si bien este tomo tampoco es que sea el más
interesante (sí el más largo), el hecho de que las aventuras tengan lugar en el
mar y el trayecto en barco le aporta un soplo de aire fresco y una variación
que siempre se agradece. El humor tampoco destaca demasiado en esta ocasión y
he de decir que la parte final del libro me ha parecido extrañamente
surrealista, quizá lo que más de toda la saga, y algunas partes un tanto creepy, que hacían aflorar en mí la
sensación de que me podían haber dado un cierto “yuyu” al leerlas de pequeña,
sobre todo las de las islas que antes mencioné, ya que ocurren cosas realmente
extrañas.
El sexto
libro (La silla de plata) estoy suficientemente convencida de que nunca lo
llegué a leer porque no me sonaba ni lo más mínimo. No sentía ninguna sensación
de familiaridad al leerlo. No me entusiasmó comprobar que Eustace iba a ser uno
de los protagonistas, ya que en el quinto libro me irritaba bastante, pero
tanto él como el desarrollo del libro me sorprendieron para bien. No es que
suceda nada particularmente interesante y el planteamiento es algo más soso que
el de los otros —ni siquiera se aprecia un claro clímax ni hay una batalla—,
sin embargo, se me ha hecho más ameno que el anterior. Tiene algo más de humor,
aportado sobre todo por el meneo de la Marisma llamado Charcosombrío, personaje
que me ha caído bastante bien y cuyo pesimismo me hacía gracia y me recordaba mucho
a mío.
El séptimo
libro (La última batalla), el más corto de todos y con menos humor, sí
diría que me ha decepcionado por varias razones. Para empezar, el comienzo no
fue mucho de mi agrado. Mientras que los anteriores partían de nuestro mundo y
de cómo los niños en cuestión, que eran los protagonistas, llegaban a Narnia;
en este el primer capítulo te presenta al odioso chimpancé Triquiñuelas y al
asno Puzzle. A pesar de que en Narnia los animales parlantes tienen una
importancia primordial y no sería Narnia sin ellos, disfruto más de sus
intervenciones algo más dispersas por la trama o centradas en la interacción
con humanos. Por mucho que esto solo ocupara el comienzo del libro, no disfruté
mucho leyendo sobre Triquiñuelas (no podrían haberle dado un nombre más
adecuado al maldito) y el extremadamente lelo Puzzle, si bien reconozco que
esto sienta las bases del resto de acontecimientos del libro y por tanto su
narración era indispensable para poder comprender lo que sucede después. De
todas formas, algo que también diferencia este tomo de los anteriores es que en
esta ocasión el protagonista es un Rey narniano llamado Tirian, no los niños de
nuestro mundo, que tienen un papel ligeramente más secundario. El autor intentó
incluir apariciones o menciones a todos los personajes que habían tenido alguna
importancia a los largo de la saga, un tipo de homenaje que a mí siempre me
gusta, si bien en este caso se ciñó más que nada a la parte final del libro y
de una forma un tanto superficial. Al leer la sinopsis, me había hecho ilusión
saber que los Pevensie iban a aparecer otra vez junto con Jill y Eustace, si
bien me dio muy mala espina no encontrar a Susan enumerada entre ellos. Me
llevé un chasco cuando comprobé que, no solo los Pevensie no se dignan a
aparecer realmente hasta casi el final, si no que, en efecto, Susan no está
entre ellos. Quizá los que no quieran leer spoilers deban saltarse el párrafo que escribo a
continuación.
Me pregunto qué problema tendría el autor con el personaje de Susan. Debería haber
tratado a los cuatro hermanos por igual. Si Edmund comenzó siendo un traidor y
se redimió, ¿por qué no hizo lo mismo con Susan? Para empezar, no tiene el más
mínimo sentido que se inventara que Susan había dejado de creer en Narnia.
Había estado allí en dos ocasiones y en la primera de ellas durante décadas,
¿cómo diablos iba a creer entonces que no habían sido más que juegos de niños?
La única explicación que se me ocurriría es que, herida por haberle dicho Aslan
que no podría volver a Narnia y a la defensiva por su propio comportamiento
escéptico durante ese viaje, optó por intentar olvidarse de ese mundo para
seguir adelante, hasta el punto de que llegó a convencerse a sí misma de que
todo se lo habían imaginado. Quizá esta fuera la forma que tuvo Lewis de
referenciar cómo algunos niños, cuando crecen, siguen aferrados con cariño y
nostalgia a su infancia mientras que otros reniegan de ella en un intento
desesperado por aparentar madurez. Sea o no esta la razón, no me parece bien el
trato que Lewis le dio a uno de los personajes protagonistas de la saga. Lo que
es más, esto causó un distanciamiento entre ella y sus hermanos —Peter habló de
ella en tono despectivo y frío y los demás ni la mencionaron en todo el libro—
y acabó originando una gran desgracia, pues acabó por no compartir el mismo
destino que todos ellos y por tanto la condena a la desgracia dejándola
completamente sola por el resto de su vida.
Esto me lleva el desenlace de este último libro y
de toda la saga, que sin lugar a dudas fue lo que más me decepcionó y
entristeció de todo, porque, sinceramente, teniendo en cuenta la saga que
estaba leyendo, no me esperaba un final tan triste, aunque sus implicaciones se
suavizaran o edulcoraran para los lectores infantiles. Y aviso por adelantado,
aquí viene el MEGASPOILER PADRE DE TODOS LOS SPOILERS
de esta saga:
¿Cómo diantres se le ocurre a C.S. Lewis matar a
los niños protagonistas? Vale que ellos quisieran vivir para siempre en Narnia
y que solían regresar a su mundo a regañadientes, pero ¿no había otra forma de
dejarlos en Narnia que no fuera matándolos, y más teniendo en cuenta que si
siquiera se trataba del mismo Narnia que habían conocido?
Parecía que el autor quería introducir a la fuerza
algo de drama, como para demostrarle a los niños las cosas terribles que pueden
suceder en el mundo, pero a la vez envolviéndoselo en azúcar para no
traumatizarlos. ¿Y sabes qué? No cuela. El drama es drama aun así. Lo que es
irreparable es irreparable aunque me lo vendas entre algodón de azúcar. Y puede
que a un niño consigas venderle ese efecto deseado —aunque me niego a creer que
el niño fuera tan tonto como para no quedarse triste aun así—, pero a un lector
adulto no. Sobre todo si ese lector, como es lo común en el siglo XXI, no cree
en cosas como el cielo, el infierno o el Más Allá. Realmente parece que C.S.
Lewis intentó meterles a los niños con calzador la religión católica a través
de este libro.
Puede que un niño no captara las pequeñas pistas
que iba dejando el autor para comprender la verdad, pero yo sí. La primera
mención al accidente de ferrocarril ya me dio mala espina y me parecía sacada
de la nada. ¿A qué venía eso si no implicaba lo que claramente iba a terminar
implicando? Y ya cuando en su siguiente alusión a este hecho los personajes
—muy inocentes ellos por no darse cuenta— empezaron a mencionar que tras este
de repente habían dejado de sentir entumecimiento o dolores y que los mayores
habían rejuvenecido, o que por mucho que treparan montes y montes no se
cansaran, yo ya sabía que podía temerme lo peor. Aún así me aferraba a una
brizna de esperanza, diciéndome que quizá se sacaban otra explicación
fantasiosa de la manga y que no estaban muertos. Pero no. Si no hubiera habido
ninguna aclaración me hubiera perturbado porque no hubiera sabido qué pensar,
pero la aclaración que llegó de los labios de Aslan confirmó mis peores temores
y eso fue de todo menos tranquilizador.
Y para colmo, resulta que en el otro ferrocarril
que se estrelló iban también los padres, que también fallecieron sin haber
tenido la más mínima aparición o relevancia en toda la saga. Repito, ¿qué
necesidad había de matarlos a todos ellos? No era ningún requerimiento de la
trama en absoluto y me indigna mucho. Y casi me indigna más que la pobre Susan,
siendo la única superviviente por no ir en ese maldito ferrocarril, se quedara
completamente sola, viéndose abruptamente despojada de sus padres y hermanos y
sin ningún tipo de consuelo acerca de su paradero en el Más Allá. Es que me
parece sumamente cruel, de verdad. Al menos Polly y Digory eran muy mayores,
por lo que su muerte no resulta tan trágica, ¿pero los demás? Y, como si estas
muertes no fueran suficientes, al final del libro Jill, Eustace, Tirian y los
animales que se pusieron de su lado también caen en la batalla. ¿En serio?
¿Solo para que estén todos juntitos y felices en el Más Allá? ¿Qué necesidad
había de que murieran tan jóvenes? Lo cierto es que si bien no lloré, me quedé
con ganas.
Me pregunto qué fue de los malvados ¿murieron
también? En teoría Aslan eliminó por completo Narnia, así que ahí se deduce que
todo ser vivo fue sacrificado, cosa que me parece enormemente cruel por parte
de un personaje benévolo como Aslan, tendiendo en cuenta que en el segundo
libro este decidió sacrificarse a sí mismo para que no muriera Edmund. ¿Y ahora
los mata a todos? No lo entiendo. ¿Por qué Aslan no apareció para salvar la
situación a tiempo como en otras ocasiones? Es omnipotente, nada de eso tenía
por qué haber ocurrido.
Y eso me lleva al otro tema que me decepcionó. ¿Por
qué diablos Aslan decidió destruir Narnia, un mundo que había durado tan pocos
siglos? ¿Fue quizá que le decepcionó tanto la conducta de los narnianos,
dejándose embaucar por un mono malvado y mentiroso, o porque otros habán perdido
la fe en él desde antes? Eso sería cómo decir que en nuestro mundo Dios tiene
el derecho a destruir el Planeta Tierra solo porque parte de la población no
cree en él.
Esta resolución final también sirve para
confirmar las hipótesis religiosas
que se despiertan en un lector avispado a lo largo de toda la saga, a través de
las figuras de Aslan y Tash y la conveniente forma en la que sus devotos les
rinden pleitesía. Pero todo esto lo explicaré en mayor profundidad al final del
todo. Del mismo modo, también me sorprendió encontrar una referencia tan clara
a la filosofía de Platón, que yo
cacé al vuelo enseguida y que líneas después se me vio confirmada a través de
un personaje que (por si acaso algún lector despistado no lo había pillado),
menciona que, en efecto, eso era justo lo que pensaba Platón. Es un spoiler muy
grande así que de este aviso por adelantado. [SPOILER:
me refiero a la escena al final en la que se revela que tanto nuestro mundo
como Narnia no eran más que una copia deslucida de los mundos originales que se
encuentra en el Más Allá, a los que llegas una vez que mueres.]
FIN DE LOS SPOILERS
El sexismo y la religión en Las Crónicas de Narnia:
No considero que esté de más apuntar que he
captado un marcado machismo que sin
embargo resulta más o menos comprensible teniendo en cuenta que el autor
escribió estos libros en los años 50. Está el hecho de que muchos personajes y
el propio narrador se muestran contrarios a que las chicas participen en las
batallas o incluso mencionan que no las ven muy capaces de defenderse. Incluso
en el tercer libro el príncipe Corín sostiene que «Ella (Lucy) vale tanto como un hombre o, al menos, como un muchacho. La reina Susan es más parecida a una dama adulta corriente». No voy a negar que me contrarió y
molestó leer esto. Pero lo que ya me pareció pasarse de la raya fue la
condescendiente y paternalista conducta del Rey Rilian hacia Jill en el último
libro, a la que llegó a decirle, tras haber observado la matanza de un montón de caballos: «Si tienes que llorar, preciosa, vuelve la cabeza y ten cuidado de no mojar la cuerda del arco», así como otros indignantes comentarios por el estilo.
A pesar de tratarse de una saga dirigida más que
nada a un público infantil, contiene referencias implícitas a cuestiones que
solo los adultos pueden entender, tal y como he comprobado yo en esta relectura.
Esto está constituido principalmente por las alusiones religiosas. Que el personaje de Aslan equivale a
Dios es sumamente evidente para cualquier adulto e inclusive quizá también para
algunos niños. No solo es el supremo soberano y creador de ese mundo y sus
criaturas, sino también el ser que es alabado, respetado y reverenciado al que
hay que obedecer y nunca contrariar. Es benévolo y compasivo pero también justo
e implacable. Incluso tenemos en El león,
la bruja y el armario una alusión a Jesucristo y su sacrificio por los
seres humanos en la forma de Aslan sacrificándose a manos de la Bruja Blanca
para salvar a Edmund y a los narnianos, seguido de su posterior resurrección.
Eso por no hablar del hecho de que en Narnia los hombres y las mujeres son
denominados “Hijos de Adán” e “Hijas de Eva” respectivamente.
Es, también muy revelador, el hecho de que en el
tercer libro apareciera otra etnia diferente, los carlomenos, que rendían
pleitesía a un dios diferente, Tash. El autor estaba representando al dios de
los cristianos en Aslan y a Alá, el dios islámico, en Tash. Aún más interesante
para los lectores adultos es leer cómo, en el último libro, el chimpancé trata
de poner a los carlomenos de su lado intentando convencerles de que Aslan y
Tash son la misma persona y rebautizándolo como Tashlan. Los carlomenos le
seguían la corriente por el beneficio que eso iba a suponer para sus intereses
propios pero, en su fuero interno, no solo no se creían que se tratara del
mismo dios, sino que muchos de ellos ni siquiera eran realmente creyentes,
aunque actuaran y juraran en el nombre de Tash. Con esto, C.S. Lewis hace una
interesantísima alusión a la hipocresía que rodea a la religión y a las
personas que ponen a un dios en el que no creen como excusa para comportarse de
una determinada manera, pongamos por ejemplo, para conquistar a un pueblo a la
fuerza. [SPOILER: Al final, se revela que Aslan,
en efecto, es Dios, mientras que Tash más bien encarna al diablo, y que por eso
en el desenlace de la historia este se estaba llevando a los seres vivos
malvados. Por otra parte, tenemos una emulación del Juicio final: los seres
buenos caminan hacia la derecha de Aslan, camino a una especie de paraíso y los
malvados (que se corresponden con los que no creían en él o lo detestaban)
hacia su izquierda. Esto demuestra hasta qué punto el autor parecía ser
creyente y la forma sibilina en la que censura a los no creyentes, insinuando
que van a ir al infierno. FIN DEL SPOILER]
Obviamente nada de esto iba a ser comprendido por
un lector infantil. Ahí es a donde voy al decir que, siendo o no una saga para
niños, es también una lectura interesante para los adultos, que pueden
descubrir en ella cosas que nos niños no pueden. El autor aborda estos asuntos
con suma inteligencia y, en lugar de hablar de ellos y explicarlos
abiertamente, los deja caer pasando de puntillas sobre ellos, para librarse de
críticas o censuras, ya que, de este modo al no afirmar nada clara y
abiertamente, cualquier cosa que el adulto creyera entender, seguiría siendo
tan solo eso, una interpretación del lector. Muy muy listo, C.S. Lewis.