Esta película es difícil de
clasificar, pues ni es exactamente un remake o nueva versión de la original, ni
tampoco es estrictamente una continuación como tal. Los acontecimientos que
cuenta no son los mismos que en la primera película ni involucra justamente a
los mismos personajes. Pero tampoco se sitúa justo después de lo sucedido en la
primera, sino varias décadas después. Si bien la de 1964 adapta el primer libro
de la saga escrita por P.L. Travers, esta se basa en los restantes.
Para aquellos a los que les
cueste recordar, la primera película —que todo el mundo debería haber visto a
estas alturas pues es un clásico de los musicales— contaba cómo, tras notables fracasos con
diversas niñeras, los Banks hacen un nuevo intento contratando a Mary Poppins (Julie
Andrews) como cuidadora de sus hijos: Jane (Karen Dotrice) y Michael (Mathew
Garber). Los personajes protagonistas son completados por Bert (Dick Van Dyke),
un simpático deshollinador que, no sabemos cómo, conoce de antes a Mary Poppins
y las hazañas de las que es capaz.
En esta nueva película los niños
que habrán de ser cuidados son ni más ni menos que los hijos de Michael (Ben
Whishaw), quien, devastado tras la muerte de su mujer, se ve incapaz de cuidar de
sus hijos como debería ser porque su mayor prioridad es evitar el embargo de su
casa. La tía Jane (Emily Mortimer) también aparece por allí en busca de un interés romántico,
pues siendo la hermana mayor aún sigue soltera y sin compromiso. Como reemplazo
del deshollinador tenemos a un farolero, también de carácter afable,
danzarín, y creyente en los milagros que es capaz de obrar Poppins.
Dado que los niños de la primera
parte son mayores aquí y el deshollinador y los padres de Jane y Michael no aparecen
—posiblemente estén ya muertos—, el único cambio de actriz de reparto que
chirría y choca realmente es el de Mary Poppins, que al parecer debe ser
inmortal y no ha envejecido. Por desgracia Julie Andrews no cuenta con la misma
capacidad sobrehumana y estaba un poquito cascada para volver a interpretar dicho
papel. El relevo le tocó a Emily Blunt que, aunque no consiga que dejemos de extrañar
a Andrews, desempeña con pulcritud y suficiencia su papel.
Aun tratándose de películas que
enfocan acontecimientos distintos la nostalgia está presente y, con ella,
bonitas referencias que nos hacen rememorar la película original.
Así, vemos la
capacidad mágica de sumergirse dentro de una imagen, la aparición de personajes
de animación que interactúan con los actores, las nanas con moraleja que
interpreta Mary Poppins para dormir a los niños, la trastornada parienta de Poppins
a la que también hacen una visita (la prima Topsy, interpretada por Meryl
Streep) o la importancia del banco y el mundo de las finanzas en la que se ven
involucrados unos niños inocentes que no saben nada de ese mundo.
Todas esas
escenas son claros nexos de unión entre las dos películas. Quizá la mayor
diferencia es que en esta sí hay un malo como tal: William Weatherall Wilkins
(Colin Firth), el avaricioso presidente del banco que no cejará en su empeño de
embargar la casa de los Banks.
Es sabido que Julie Andrews
rechazó hacer un cameo en la película para que la expectación por su aparición
no restara protagonismo a Emily Blunt. Quienes sí hacen un cameo son Dick Van
Dyke, Karen Dotrice y Angela Lansbury. Van Dyke encarna al nuevo director del
banco londinense, Mr. Dawes Jr., hijo del anterior banquero, y da una muestra
de excelente forma física marcándose un breve pero agitado baile a pesar de sus
93 años. De esa aparición yo sí que estaba prevenida y la busqué sin cesar
desde el comienzo de la película. De los otros dos cameos no estaba advertida.
Angela Lansbury, que reserva a su aparición hasta el mismísimo final de la
película como una agradable vendedora de globos, sí que fue fácilmente
reconocible, acostumbrada como estoy a verla en Se ha escrito un crimen. A Karen, la antigua Jane, sí que no la
reconocí, como es lógico debido al abrumador cambio físico tras tantísimas
décadas. De hecho, no me había enterado de que aparece en la película hasta que
me he puesto a redactar esta reseña. Por lo visto es la señora que pide
indicaciones a la nueva Jane (Emily Mortimer) y el farolero Jack (Lin-Manuel
Miranda) mientras estos coquetean torpemente.
En definitiva, sin llegar a ser sublime como la original, es una reinterpretación de la historia bastante
decente y destacable. Es una película que recomiendo ver porque conserva la
esencia, el encanto, el mensaje y la diversión de la original. Y si a estas
alturas aún no habéis visto la de 1964, sinceramente no sé a qué estáis
esperando. Son mis deberes para vosotros.
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