Terminé
el penúltimo ejemplar de la colección Grandes Mujeres de la que
dispongo. Esta vez versaba sobre la vida de la autora más traducida de
todos los tiempos: Agatha Christie. A parte de sus conocidas novelas policíacas, escribió relatos cortos y se involucró en el teatro, y uso un pseudónimo, Mary Westmacott, para escribir novelas románticas sin sentir la presión de la crítica que le depararía si las publicaba con su verdadero nombre. A nivel personal no quería encasillarse en el género policiaco aunque su nombre artístico se viera abocado a ello.
Agatha, la menor de tres hermanos, nació en 1890 en Torquay, Inglaterra, y perdió a su padre con tan solo once años de edad, lo que afectó a la economía familiar. Desde su infancia escribió diversos poemas e historias, pero era su hermana la que por aquel entonces era la narradora de la familia. En 1906 se trasladó a París para completar su formación con disciplinas que era común que una señorita de la época dominara, tales como canto, baile o piano. En esta última sobresalió notablemente hasta que abandonó por completo la idea de dedicarse a ello al comprobar que el pánico escénico la dejaba paralizada en eventos públicos.
Un año después su madre y ella decidieron asentarse en Egipto durante un tiempo —destino que era común en las familias británicas acomodadas— para presentar a Agatha en sociedad, evento clave en la vida de una muchacha de su edad y posición. Allí participó en numerosos bailes, en los que también sobresalía por sus habilidades, y socializó con gente de su edad mientras trataba de combatir su timidez.
En 1908, con 17 años, regresó a su hogar y, aprovechando un periodo de convalecencia por gripe, comenzó a escribir unos poemas basados en la Commedia dell’ Arte que fueron premiados económicamente y publicados en la revista The Poetry Review. También compuso vals para la orquesta de Torquay que fueron interpretados por la misma y varios relatos que se esforzó en publicar una vez recuperada, si bien eran rechazados una y otra vez. A continuación se envolvió en la escritura de su primera novela: Desierto Nevado, que sin embargo también sería rechazada.
En otro lado de los acontecimientos, en Londres conoció al amable comandante de artillería Reginald Lucy, con el que se comprometió en matrimonio. Por otra parte, la publicación de la obra El misterio del cuarto amarillo la inspiró a tomar la resolución de escribir ella misma una novela policiaca. Su hermana puso en duda sus capacidades, provocación que Agatha se tomó como un reto.
Fue en 1912 que el futuro de su vida amorosa junto a Reginald dio un giro inesperado. En un baile de sociedad conoció al carismático y confiado Archibald Christie, que quedó prendado de la joven y comenzó un periodo de cortejo en el que no parecía dispuesto a aceptar un no por respuesta. Agatha esquivó sus primeras pedidas de mano, ya que estaba prometida a otro hombre. Pero poco a poco fue sucumbiendo a los encantos de Archie y tomó la decisión más drástica que podía haber tomado y que realmente me apena. Su prometido, Reginald, realmente parecía merecer la pena, tenía siempre en cuenta sus deseos y reaccionó gentilmente cuando ella rompió el compromiso. Archie, por el contrario, aunque no parecía un mal tipo, era la clase de persona a la que no parecía importarle que en su búsqueda particular de la felicidad terceras personas pudieran salir heridas.
Poco después de que Agatha cediera y se comprometiera con él, Archie se tuvo que marchar al frente durante la Primera Guerra Mundial, en la que encontraron un hueco para casarse precipitadamente y sin preparativos en el año 1914. Como Agatha quería contribuir a la causa de algún modo, ingresó como enfermera cuidando de los soldados que volvían heridos del frente, y después en un dispensario preparando antídotos contra intoxicaciones a base de plantas. Cuando terminó la guerra y él regresó, les esperaba la sorpresa de la gestación de su única hija, Rosalind.
Una de las pocas cosas buenas que Archie hizo por ella fue animarla a escribir. En 1920 publicó El misterioso caso de Styles, que había escrito cuatro años atrás, mediante la editorial The Bodley Head. El carácter de Archie cambió durante la guerra y empeoró notablemente mientras duró su búsqueda de trabajo, el cual tuvo que acabar abandonando en pos de una labor mucho más excitante que realizarían en pareja: recorrer todo el mundo acompañando a personalidades británicas importantes, una misión denominada Misión de la Exposición del Imperio Británico. En este viaje realizado durante gran parte del año 1922, Agatha descubriría su pasión por el surf. Cuando llegó a casa, sin embargo, su hija, que había quedado al cuidado de su hermana y su madre, apenas parecía reconocerla.
Poco después de su regreso optaron por mudarse a Sunningdale, adquiriendo una casa que estuviera lo suficientemente cerca del campo de golf, la nueva gran pasión de su marido. A pesar de que al fin estaban juntos y debería haber sido un periodo íntegramente feliz para ellos, comenzó a producirse un gran distanciamiento en la pareja. Archie parecía completamente absorto en el golf y su nuevo grupito de amigos golfistas, y solo aceptaba las propuestas de Agatha de traer a amigos a casa si estos compartían con él esta misma pasión. No parecía importar en absoluto lo que su esposa tuviera que decir al respecto, a pesar de que en gran parte él dependía económicamente de lo que ella ganaba con sus obras, algo que le hería profundamente en su orgullo.
Sin duda el momento en el que realmente comprendí el gran error que cometió Agatha al casarse con ese hombre fue cuando ella confesó que al principio de su noviazgo él admitió lo siguiente: «No sirvo para nada, recuerda, si las cosas se ponen feas. No me gusta nada la enfermedad ni la gente enferma, no soporto que la gente sea desgraciada o infeliz.» Estas crueles palabras fueron comprobadas por la pobre Agatha en sus propias carnes cuando falleció su madre Clara. De vuelta a su antiguo hogar y sin la compañía y apoyo moral de su esposo, que se hallaba de viaje de negocios por España, sobrellevó la situación como pudo hasta su regreso, una semana después, en el que él apareció como si nada ocurriera y le soltó: «¡Hola, ya estoy aquí! Bueno, tienes que animarte, aunque acabes de perder a una de las tres personas que más quieres en el mundo.»
Una vez mas, Archie volvió a marcharse y a dejarla sola con su hija mientras ella se ocupaba de poner en orden las antiguas propiedades de su madre. La soledad y el duelo hicieron mella en la salud mental de Agatha, que se debilitó hasta el punto de sufrir pérdidas de memoria. Cuando su marido regresó, en lugar de poner en marcha el plan de viajar juntos a Italia que habían previsto, este en su lugar sin miramientos le soltó que se había enamorado de otra mujer y que quería que le concediera el divorcio para poder casarse con ella. Agatha se negó, sin dar crédito a lo que oía.
Meses después, tras una fuerte discusión entre ellos, Agatha arrancó su coche y se adentró sola en la noche. A la mañana siguente, este apareció abandonado, vacío y revuelto, y Agatha no daba señales de vida. Los medios y las autoridades hicieron un enorme eco de la noticia, pues ella ya era una autora muy reconocida y pusieron en marcha un gran despliegue de búsqueda de la autora, invirtiendo un gran dinero en la tarea. Agatha fue hallada en un hotel balnerario registrada bajo un pseudónimo y actuando con aparecente normalidad, pero sin recordar lo sucedido y confundiendo a Archie con su hermano cuando este, alertado por su desaparición, acudió a su encuentro. Agatha se encontraba completamente enajenada, pero los medios mostraron un gran enfado ante lo que ellos consideraron una simple treta publicitaria.
En 1928, Agatha accedió a firmar el divorcio y, necesitando urgentemente un cambio de aires, tomó la repentina decisón de recorrer Europa y Asia en el Orient Express. Allí visitó la excavación de los arqueólogos Leonard y Katharine Woolley en Ur, Irak, quienes la acogerían bajo su ala y le enseñarían todo lo que quisiera saber. Este viaje dejaría tan buen sabor en su boca que no dudaría en repetirlo dos años después.
En esta ocasión conoció al encantador y servicial Max Mallowan, que le haría de guía y le explicaría todos los encantos de la ciudad. Este hombre poco a poco fue quedándose prendado de ella y no dudó en acompañarla cuando ella, herida de un esguince en el pie, trataba de regresar rápidamente a su hogar ante la noticia de que su hija se hallaba enferma. Max no escatimaría en atenciones hacia ella y finalmente le confesó su amor y le pidió matrimonio. Se casaron ese mismo año, en el que también se publicaría la primera novela romántica de Agatha bajo el pseudónimo Mary Wesmacott, Un amor sin nombre. Juntos recorrieron durante ocho años excavaciones arqueológicas de Siria e Irak, en las que Agatha adquirió grandes conocimientos e incluso perfeccionó una disciplina que nunca se le había dado bien, el dibujo.
En 1939 fue publicado el exitoso Y no quedó ninguno, más conocido como Diez negritos. La Segunda Guerra Mundial separó a la pareja durante años. Mary retomó sus tareas de ayudante en el dispensario de Torquay y Max sería reclutado en el Ministerio del Aire. Su hija Rosalind, que ya era toda una mujer, se casó con un hombre que fallecería poco después en la guerra, y dio a luz a su único hijo, Matthew.
Tras la guerra, en 1949 la pareja se estableció cerca de las excavaciones de Nimrud (Irak), donde Agatha, cuando no se encontraba completamente involucrada en esta tarea, seguía escribiendo sin descanso. Un par de años antes leyó por la radio un relato escrito para ese fin, que llamaría Tres ratones ciegos, y, en 1952, su adaptación La ratonera sería estrenada en el teatro, donde se ha seguido representando cada día ininterrumpidamente durante décadas.
No fue hasta sus ochenta años, en 1971, que Agatha cumpliría su sueño de infancia de ser nombrada dama del Imperio británico. Cuatro años después, decidiría publicar al final Telón, escrita muchos años atrás, en la que tomaba la arriesgada decisión de matar al personaje más importante de su carrera literaria, el detective Hércules Poirot. Agatha Christie falleció en 1976 en su casa de aquel entonces en Wallingford, acompañada en sus últimas horas por su dedicado marido Max, que estuvo cuidando de ella con tesón hasta que exhaló su último aliento.
Si la cura para las depresiones de Mary Shelley era ponerse a escribir una nueva obra, como vimos en la reseña que realicé sobre su biografía, la de Agatha era viajar. En ese sentido, podría decirse que la práctica de la escritura en el caso de Agatha no era de carácter tan vocacional como la de Mary o la de Jane Austen. Comenzó como un simple reto personal incitado por una apuesta con su hermana, y no se propuso dedicarse a ello de forma profesional hasta que se encontró en una situación económica tan delicada que necesitaba publicar más libros para poder subsistir. Aun así, a pesar de que el deseo de escribir no fuera algo que le naciera de dentro, fue enormemente prolífica y estuvo muchas décadas escribiendo una obra al año. Solo sus novelas policíacas suman un total de 66, sin contar sus 6 novelas rosas y sus múltiples relatos y dramaturgias. Realmente no sé de dónde conseguía obtener tanta inspiración y lograr que sus misterios siguieran sorprendiendo sin incurrir en la repetición.
La impresión que me ha quedado sobre su personalidad es que se trataba de una persona aventurera y abnegada por amor pero que sabía aceptar las derrotas. Fue capaz de sobresalir en muchas disciplinas desde su infancia: el baile, el piano, la enfermería, la escritura, la arqueología… era testaruda y persistente con las cosas que le gustaban, pero, aún así, perfectamente capaz de resignarse y abandonar cualquiera de ellas si sentía que no valía para ello, sin mirar atrás. Las rutinas la hastiaban, era impulsiva y aceptaba sin problemas cambios de planes.
Comenzó como una joven muy tímida, rasgo personal contra el que luchó con gran éxito, ya que, de lo contrario, no imagino cómo una persona tímida sería capaz de tomar decisiones tan arriesgadas y temerosas como viajar sola a Oriente Próximo. Su impulsiva decisión de viajar completamente sola a Bagdad me impresionó porque me parece increíble ser capaz de hacer algo así, pero resultó ser la elección más acertada de su vida, pues descubrió una de sus grandes vocaciones, la arqueología, y también a su verdadero amor.
Sin duda lo que más me impresionó de esta lectura fue el profundo egoísmo de su primer marido: no aceptar que ya he hallaba comprometida, no tolerar el sufrimiento ajeno, sus cambios de humor y celos por ganar menos dinero que ella, su excesiva impulsividad, su crueldad y falta de compasión y empatía ante la muerte de su madre, buscarse una amante mientras ella sobrellevaba el duelo y después pedirle el divorcio de sopetón... Sin duda debería haber seguido prometida con Reginald, que sí que parecía un buen partido. Por otra parte, fue lo suficientemente afortunada como para encontrar a Max, quien sí se mantuvo incondicional a su lado sin protestas. Eso sí, es una lástima que para la publicación de sus obras tuviera que mantener aun después de su divorcio el apellido Christie, con el que ya se había hecho conocida. Sin duda él no merecía ese reconocimiento indirecto.
Un pero que le pondría a esta biografía es que en ocasiones deja temas sin terminar de explicar y sin volver a mencionar. Por ejemplo, no vuelve a hacerse ninguna mención a la extraña desaparición de Agatha durante once días. Del mismo modo, la última referencia a su secretaria y amiga íntima Carlo es enormemente ambigüa y no volvemos a saber qué sucedió con ella.
He de decir que la primera parte de la biografía no despertó mucho mi interés, quizá porque ya llevo leyendo varias seguidos, pero resultó tener una vida más interesante y aventurera de lo que pensaba al comenzar la lectura. Admiro su valentía, tesón y resiliencia y su capacidad de aceptar los reveses de la vida. Tenía la intención de comenzar a leer sus obras policíacas (admito que aún no he leído ninguna), pero mi propósito de leerlas en orden ha quedado descartado al enterarme de que son 66. Quizá me ciña a las más famosas. Literalmente podría morirme de vieja antes de lograr leerme una obra suya al año. Sí que he visto las adaptaciones cinematográficas de Asesinato en el Orient Express (tanto la antigua como la nueva) y La Casa Torcida, y me gustaron mucho, las recomiendo encarecidamente.
Dicho esto, tan solo me queda una biografía antes de poder pasar a otro tipo de lecturas, algo de lo que ya tengo ganas aunque ciertamente lo haya disfrutado mucho. Son realmente amenas y fáciles de leer y no ocupan mucho tiempo.
Fuentes imágenes:
https://www.bing.com/images/search?view=detailV2&ccid=Ro9xyH0c&id=A99F29D39FBB2FEC84C64D41B2406B90EB8329FF&thid=OIP.Ro9xyH0c9VfrkEZUO65VwAHaKL&mediaurl=https%3A%2F%2Fth.bing.com%2Fth%2Fid%2FR.468f71c87d1cf557eb9046543bae55c0%3Frik%3D%252fymD65BrQLJBTQ%26riu%3Dhttp%253a%252f%252f1.bp.blogspot.com%252f-70jLU5pIARw%252fVUdsJrathiI%252fAAAAAAAAC2o%252fHulVs-qcQs8%252fs1600%252fagatha-christie.jpg%26ehk%3D%252fHCmtAwTX0XvW7X1GkFz44SMZ3f4OV%252bDdf3KR1VUQrM%253d%26risl%3D%26pid%3DImgRaw&exph=1600&expw=1164&q=agatha+christie&simid=608004997998789889&form=IRPRST&ck=3115295F077737BB1AF84EEC294B117E&selectedindex=3&ajaxhist=0&ajaxserp=0&vt=0&sim=11