viernes, 2 de julio de 2021

Biografía "Hedy Lamarr: la famosa actriz e inventora autodidacta que contribuyó a crear el WI-FI"


 

Comenté hace un par de meses que había comenzado a leer los tomos que despertaron mi interés de la colección de kiosco de Grandes Mujeres. El primero de ellos fue la biografía de Mary Shelley, cuya reseña tenéis publicada en la entrada que acabo de mencionar.

 

Tras mis exámenes, que me imposibilitaron la lectura durante casi dos meses, he proseguido con esta tarea según un orden basado puramente en mi interés. Así fue que decidí continuar con el ejemplar que relata la vida de la actriz e inventora vienesa Hedy Lamarr. 

Hedwig Eva Maria Kiesler (1914-2000) nació en Viena, donde residió casi las dos primeras décadas de su vida. Desde su tierna infancia mostró un claro interés en el mundo de la estética y la imagen, y en los años venideros forzó una férrea resolución de convertirse en actriz. No obstante, además de presumida también era una chica brillante (aunque nada aplicada en los estudios) que demostró una gran facilidad para la comprensión de la tecnología, conocimientos que desarrollaría de forma completamente autodidacta. 


Pese a que no quiero extenderme, me parece muy ilustrativo rescatar la siguiente anécdota de su infancia, según la cuál una vez su madre la pilló trasteando con su caja de música, completamente desmontada. Esta montó en cólera y acusó a la pequeña de haberla roto, pero, para su sorpresa, la niña le explicó que tan solo quería comprobar cómo funcionaba, y ante la atónita mirada de su madre, volvió a reconstruirla sin problemas.

 
No obstante, a pesar de sus indiscutibles cualidades en ese terreno, Hedy estaba determinada a ser actriz. Siendo realistas esta era una salida mucho más factible para ella, ya que la segunda década del siglo XX no era una época especialmente favorable para que las mujeres pudieran llevar a cabo una carrera como inventoras, tal y como comprobaría ella misma más tarde.
 

Durante su adolescencia, haciendo gala de su testarudez y determinación, comenzó a saltarse clases y a colarse en rodajes de películas, haciendo uso de una tremenda astucia. No tardaría así en empezar a conseguir papeles menores, para poco después comenzar a trabajar bajo las órdenes del prestigioso director Max Reinhardt. hasta que, un día, se toparía con la decisión que cambiaría el rumbo de su vida y la marcaría para siempre: protagonizar la película de tintes eróticos Éxtasis (1933), a sus escasos 17 años de edad, para la que tuvo que trasladarse a Berlín. Lo que aquella joven aún ingenua no sabía es que se trataba de la película que llevaría el primer desnudo y el primer orgasmo a la gran pantalla sin tratarse de una película explícitamente pornográfica. La pobre Hedy, ya metida de lleno en el rodaje y persuadida por las malas artes de sus superiores —traducidas en mentiras sobre cómo iban a ser supuestamente esas escenas—, no tuvo otra opción que continuar.

 
La película fue un escándalo, tanto en su hogar familiar como fuera de él, pero la catapultó al centro de atención, que a fin de cuentas era lo que ella deseaba. Empezó a obtener más papeles, y sobre todo, más admiradores. Hedy, que adoraba la atención y el reconocimiento, se dejó agasajar y cayó en las zarpas de Friedrich Mandl, un proveedor austríaco de armas sin escrúpulos e ideas marcadamente fascistas que la encandiló con sus atenciones hasta que logró que se casara con él.

 
Después de esto, su vida de casada se tornó en un infierno. Convertida en una mujer trofeo, su marido solo la sacaba de casa para pasearla en fiestas exclusivas, alardeando de su “adquisición”, y en su empeño en ser el único dueño y señor del visionado de sus partes más íntimas, se empleó en intentar destruir cualquier copia que quedara del antes citado escandaloso film.

 
Recientemente había perdido a su padre y para colmo, se sentía una prisionera en su propia casa y, cuando salía de ella, cada vez que hacía algún intento por eludir la vigilancia que siempre la acompañaba, su marido se tornaba si cabe más posesivo, y sobre todo más violento, pues también la castigaba físicamente. Haciendo gala una vez más de su enorme astucia, Hedy logró urdir un plan y escapar de él, huyendo de la ciudad hacia París.

 
Una vez libre y echando mano de los contactos que ya tenía en el mundo cinematográfico, adornó su historia de huida para hacerla más atrayente y logró concertar una reunión en Londres con Louis B. Mayer, el director de la Metro-Goldwyn-Mayer, quien podía ser su pasaporte al círculo de estrellas de Hollywood.

Este encuentro fue peor de lo que esperaba, ya que el director era un cerdo machista que después de repasarla con la mirada e insinuársele rechazó ofrecerle una oferta decente arguyendo la mala fama que la estrella erótica le daría a su empresa.

 
Ella, confiando en sus cualidades, se retiró muy digna haciéndole ver que se arrepentiría de infravalorarla, y trazó un nuevo plan. Logró hacerse un sitio en el viaje en barco que este iba a realizar, y sin establecer nunca un contacto directo con él, se dejó ver día sí y día también engalanada con sus mejores trajes y explotando al máximo su belleza. Si algo sabía era hacerse valer, y se paseaba con el regio porte de una faraona egipcia. Mayer resistió hasta el último momento pero al final cedió y se le acercó ofreciéndole una mejor oferta, que ella aceptó sin perder ni un ápice de orgullo.

 
Había conseguido lo que quería, ya era una estrella de Hollywood. Eso sí, por un precio. Mayer trató de cambiar o “perfeccionar” todo lo que no le convencía de ella. Modificó su nombre a Hedy Lamarr, en honor a la actriz Barbara La Marr, cambió su peinado y la obligó a adelgazar, así como a instruirse en todo aquello en lo que no fuera suficientemente buena, como el canto o su pobre dominio del inglés.

A partir de aquí voy a hacer solo un repaso por encima a su vida posterior porque los acontecimientos dejan de ser tan importantes y determinantes para convertirla en la estrella que fue.

 
En general, tuvo una suerte variable con las películas en las que apareció, algunas fueron más reseñables, otras fracasaron estrepitosamente. En la mayoría de los casos por culpa de Mayer, que se negaba a darle los papeles que ella pedía y que después terminaban convirtiéndose en éxitos de taquilla, como ocurrió con Casablanca, que ella quiso haber protagonizado. Por el contrario, Mayer se empeñaba en dirigirla a fragrantes fiascos o papeles que la encasillaban en el papel de bellísima y exótica espía extranjera. Inevitablemente, el público también comenzó a encasillarla y muchos le veían poco más que ofrecer aparte de su belleza.


La cara dura de Mayer no terminaba ahí, sino que se empeñaba en controlar la vida personal y sentimental de sus actrices para sacar el máximo provecho de ellas. Fue por esto que para contraer matrimonio con su segundo marido, Gene Markey, Hedy optó en casarse en secreto con él, para así arruinarle a un desprevenido Mayer la exclusiva y la publicidad que hubiera montado a su alrededor.

 
Cansada de esta situación y de estar bajo las estrictas órdenes de Mayer, finalmente rompería el contrato con él y fundaría su propia productora para tener el máximo domino posible sobre las películas que ella misma protagonizaría. Desafortunadamente, en su mayor medida fueron un fracaso.
En lo relativo a su vida personal, dado que su marido había perdido la custodia de sus hijos de otro matrimonio, Hedy le propuso adoptar a un niño, Jimmy. Pero si había otro terreno en el que ella tampoco tenía suerte ese era el amor. Su matrimonio se rompió y él no mostró el más mínimo interés en mantener el contacto con el niño, por cuya custodia Hedy tuvo que luchar con tesón para evitar que los Servicios Sociales lo apartaran de ella.

 
En otro lado de los acontecimientos, el estallido de la Segunda Guerra Mundial la sumiría en una profunda intranquilidad y preocupación por el futuro que le deparaba a su patria natal bajo el dominio nazi, pues además su familia era judía. Su madre primero se exilió a Inglaterra y, tras la constante y repetida insistencia de Hedy terminó por trasladarse a vivir con ella en Estados Unidos. Presa del desasosiego por el avance de la guerra, rescató su vena inventora y comenzó a trabajar incasablemente cada noche en algo que ayudara a los americanos a invertir el rumbo de los acontecimientos. En 1942 patentó junto a su amigo el músico George Antheil un sistema de comunicaciones secreto en su empeño por ayudar a Estados Unidos a cambiar el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, pero, como no, sus intentos fueron ridiculizados e ignorados por provenir de una mujer, la cual, según ellos, si realmente quería ayudar al país debía limitarse a seguir siendo la cara bonita que todos veían en pantalla para alegrarle la vista a los soldados. Honestamente, para cualquiera que la critique por no haber perseverado en su talento como inventora, ¿acaso oír eso no os desmotivaría a vosotros?

 
Durante los años venideros, Hedy se casaría de nuevo —hasta alcanzar un total de seis matrimonios y divorcios— y tendría dos hijos, Denise y Anthony, esta vez sí engendrados por ella y su tercer marido, John Loder. Una vez más, el padre de estos también se desentendería de ellos tras el divorcio, dejando a Hedy como madre soltera que debía hacer malabarismos para compaginar su papel como madre con el de actriz y el de amante y esposa de los fracasos amorosos que vendrían después.

No fue hasta que ya había entrado en la treintena que una de las películas que protagonizó realmente tuvo un éxito estimable y la encumbró en lo que constituiría el mayor éxito de su carrera, el filme histórico Sansón y Dalila (1949), que destacó sobre todo por la opulencia del vestuario y el decorado, en cuya configuración ayudó la propia Hedy. No obstante, si bien hoy en día apreciamos que una mujer verbalizara su opinión y luchara por tener voz y voto en aquello en lo que trabajaba, en su tiempo le granjeó la mala fama de ser una estrella exigente e insufrible con la que era incómodo trabajar. Eso, sumado a sus escándalos amorosos, la hacía verse como una actriz realmente problemática.

 
 Tras esta película, comenzó el declive de su carrera, inevitable en toda estrella hollywoodiense de más de treinta años. Sus sucesivas apariciones en la gran pantalla pasarían sin pena ni gloria en términos generales. Esto se vio acompañado por un declive también en su vida personal, arrojándose a un matrimonio tras otro, de los que eventualmente terminaba por aburrirse al desaparecer la chispa. Asimismo, la relación con su hijo adoptivo Jimmy se fue enfriando al notar este que ella no le profesaba el mismo amor y atención a él que a sus hijos biológicos, por lo que sería él mismo, a sus 12 años, el que decidiría abandonarla y quedar bajo la tutela de otra mujer. Hedy lo dejaría marchar sin muchas objeciones. 

 
Su salud mental comenzó a empeorar significativamente y las sesiones de terapia se vieron acompañadas por el consumo de pastillas. Nada de esto frenó su declive personal y, según cumplía años, el pánico por envejecer y dejar de ser contratada la llevó a someterse a una operación de cirugía estética tras otra.

 
A sus cincuenta y sesenta años ya estaba retirada del cine y mentalmente también significativamente desquiciada, y solo se dejaba ver en ciertos programas de televisión de los que también empezaría a renegar por la imagen sensacionalista que siempre trataban de ofrecer de ella. Lo mismo sucedió con su autobiografía Éxtasis y yo, redactada por escritores fantasma basándose —supuestamente— en entrevistas previas. Sus desequilibrios mentales realmente ya hacían estragos en su forma de comunicarse, y eso se añadió a las licencias personales que los redactores se tomaron a la hora de expresar lo que ella les contaba, interpretándolo a su manera. En consecuencia, el libro causó revuelo y, sobre todo, el más profundo desagrado y escándalo en la propia Hedy, que no podía creer lo que leía sobre su vida, y que, supuestamente, se basada en palabras que habían surgido de su boca. Sin embargo, la obra sirvió para darle la notoriedad y publicidad que ella tanto echaba en falta tras haber caído en el olvido al haber abandonado el cine. 

 
En lo relativo a su invento de comunicaciones inalámbricas a larga distancia, a pesar de que si sería empleado a partir de los años 60, no se le daría a Lamarr el reconocimiento que merecía hasta finales del siglo XX, cuando le otorgaron un par de premios por su contribución a la Ciencia. Demasiado poco y demasiado tarde. Hedy, ya anciana, mandó a su hijo a recogerlo. Ella ya no estaba en condiciones y su vanidad seguía ahí, por lo que no quería que los medios se hicieran eco de su estado demacrado. A fin de cuentas, por desgracia durante décadas su cara bonita era lo único que alguna vez le había importado a la gente de su persona. En las últimas décadas, ese sistema diseñado por ella y Antheil ha servido como base para dar lugar a lo que hoy conocemos como bluetooth, GPS y WI-FI.

 
Tan solo unas semanas después de comenzar el siglo XXI, Hedy falleció de un ataque al corazón. Estoy segura de que hubiera estado encantada de comprobar cómo, tras su muerte, al fin volvía a estar en boca de todos.

Yo ya sabía lo básico de ella desde hace unos años, he incluso hice una redacción sobre ella en inglés para mis clases, no obstante, mi conocimiento sobre su vida era sumamente limitado y lo poco que aprendí para aquella redacción ya apenas lo recordaba.

 
Me ha resultado una lectura realmente amena, de hecho se me ha hecho más breve que la biografía de Mary Shelley, a pesar de que la vida de esta última me resultó más interesante (también muchísimo más trágica).

 
Si tuviera que resumir la esencia de Hedy, o la idea básica que el libro nos ofrece sobre ella, podría describirla como el continuo y esforzado empeño de una mujer ambiciosa por hacerse un hueco en los puestos más altos del star system del Hollywood de la primera mitad del siglo XX, por hacerse respetar y por crearse un nombre y un legado que dejar a la posteridad. Y lo consiguió, si bien los resultados de su lucha no fueron tan fructíferos como ella hubiera querido y, sobre todo, tan inmediatos.

 
Una de las cosas que más podrían molestar de su personalidad es su vanidad, que, por otro lado, a mí no me molesta especialmente. Es cierto que era muy consciente de su belleza, que no dudaba en usarla para su beneficio y cuyo declive la obsesionó traumáticamente cuando esta empezó a marchitarse con el paso de los años. Pero, honestamente, ¿acaso no es esto algo sumamente humano y comprensible? Desgraciadamente, era su belleza su fuente de éxito, por lo que resulta normal que a ella le obsesionara su mantenimiento. Por triste que sea, estaba en juego su carrera. 

 
Nadie dice que no fuera buena actriz —no puedo opinar nada al respecto porque si bien me interesaba su vida nunca me propuse ponerme a ver ninguna de sus películas— pero, de la propia biografía se saca en claro que fueron su belleza (y su tesón, por supuesto) lo que la introdujo en el mundo del cine y lo que atrajo al público de su época de ella, así como el halo de misterio y distancia que le confería el hecho de ser extranjera.

 
Si me parece más acusable su volubilidad, sus decisiones repentinas y precipitadas y su rápido encaprichamiento y desencaprichamiento de los hombres. No porque no tuviera todo el derecho del mundo a vivir su vida amorosa como lo hacía, que lo tenía aunque en esa época no se consideraba así, sino porque el hecho de que tuviera un total de seis maridos y que ninguno de ellos le durara más que unos escasos años dice mucho de lo inconformista y caprichosa que era en el amor, y de su tenencia a despachar maridos en cuento se aburría de ellos o se pagaba la llama. También es cierto que ellos no parecían ser merecedores de mucho más. En su mayoría eran hombres dominantes y agresivos con ella, o sumamente pasivos e imperturbables, a los que nada parecía importarles, ni siquiera ella. Viéndose en esa situación, se comprende que ella no quisiera seguir con ellos una vez agotado el enamoramiento inicial.

 
Pero a nivel personal o privado, lo que sin duda más me molestó de ella fue que mostrara un desapego tan evidente hacia su hijo adoptivo en cuanto nacieron sus hijos biológicos, hasta el punto que hasta el pobre niño fuera tan consciente de ello que deseara abandonarla. Desde luego en ese aspecto estaba muy lejos de ser la madre número uno.

 
A nivel artístico o público, la mayor pega que puedo ponerle es que no desarrollara más su faceta más intelectual, pero, siendo honesta, lo entiendo perfectamente porque en su tiempo nada de lo que ella quisiera aportar en ese terreno parecía ser merecedor de la más mínima consideración. Aunque ella hubiera querido forjarse un nombre como inventora, no se lo hubieran puesto nada fácil por su condición de mujer, sumado a la imagen de frivolidad que confiere el hecho de ser actriz.

 

 


5 comentarios:

  1. Hola!!
    Me encanta las biografias, me lo apúnto. Gracias por la reseña y recomendación.
    Besos💋💋💋

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    1. Hola!! Gracias a ti por comentar. Te recomiendo toda la colección de Grandes Mujeres.
      Saludos!!

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  3. ¡Hola! Me ha encantado conocer más de la vida de esta excepcional mujer. Estupenda entrada. ¡Besitos!

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