viernes, 24 de septiembre de 2021

Relectura de la saga "Las Crónicas de la Torre" (2000-2004)

 

Mi historia con Laura Gallego:

Como comenté hace un par de semanas, he emprendido la relectura de sagas de fantasía que leí en mi preadolescencia y adolescencia tan solo una vez. Por ello excluyo las sagas de vampiros como Crepúsculo o Crónicas Vampíricas u otras como Los Juegos del Hambre, por el hecho de haberlas leído en más de una ocasión y tenerlas más recientes.

Tras la relectura de Las Crónicas de Narnia, me dispuse a comenzar con Las Crónicas de la Torre de Laura Gallego. Conocí a esta autora en mi adolescencia gracias a Memorias de Idhún, que se convirtió en seguida en mi saga favorita por el momento y dio el pistoletazo de salida a mi fiebre por las sagas de fantasía y romance que me obsesionarían de ahí en adelante y fomentarían mi ya existente amor por la lectura. Como dicha saga me encantó, la amiga que me la había recomendado me aconsejó leer otros libros de la autora, a la cual podría considerar la primera autora favorita que alguna vez he tenido y la única española. No recuerdo si fue Finis Mundi el siguiente que leí o fueron Las Crónicas de la Torre. Fuera cuál fuera, lo cierto es que, tanto uno como los otros, si bien no me disgustaron en absoluto, no estuvieron para mí a la altura de la saga que me había enamorado de la autora. De hecho, ni siquiera recuerdo cuántos libros llegué a leer de Crónicas de la Torre, muy probablemente no todos.

Pero, al igual que comenté con Las Crónicas de Narnia, no dejé que mi inicial escaso interés en la saga me disuadiera de releerla, ya que las relecturas suelen deparar bastantes sorpresas, sobre todo si ha transcurrido bastante más de una década de por medio. Así pues, puesto que soy una chica obsesivamente ordenada y quería releer en orden cronológico de publicación las obras de Laura Gallego que ya había leído previamente, aguanté mis ganas de empezar por Memorias de Idhún (aunque me tomé la licencia de saltarme Finis Mundi, que sinceramente, no me motivaba demasiado y prefiero dejarlo para otra ocasión) y me preparé para comenzar con Crónicas de la Torre. Se trataba de una de las sagas de las que no poseo ningún ejemplar, así que tuve que tomar prestados los cuatro tomos que la conforman en la biblioteca pública de mi ciudad.


Sobre Crónicas de la Torre:

Aviso de que esta reseña contiene spoilers. Tan solo repetiré el aviso en su momento para los más gordos.

Lo cierto es que habiéndola leído con tan solo unos 13 o 14 años, a priori no me acordaba de nada sobre la saga. Cuando acababa de comenzar la relectura del primer libro El Valle de los Lobos (2000), me di cuenta de que sí me resultaba familiar la historia y me sonaban ciertas cosas que iba leyendo, bastante más en comparación con Las Crónicas de Narnia. Recordé enseguida que el niño con el que jugaba Dana desde pequeña solo podía verlo ella, y también sabía que ella más adelante asistía a una especie de escuela de magia. Según proseguía la lectura, recordé en qué condición se hallaba realmente Kai y tenía vagas sensaciones de familiaridad, por ejemplo, al leer sobre los niveles que debían superarse en la escuela (cada uno correspondiente a uno de los cuatro elementos) y en la escena en la que encuentran una trampilla en la cabaña del bosque a las que les conduce el unicornio.

Lo cierto es que este primer libro me ha gustado mucho más de lo que pensaba y de lo que recordaba, a pesar de ser una lectura mucho más adecuada para mi edad de entonces que para mi edad de ahora. ¿Por qué será? ¿Influiría en su momento mi idealización de Memorias de Idhún y eso sometería a las obras de la autora a comparaciones poco ventajosas? Sea como sea, estoy contenta de haberme animado a releerlo. Si los restantes hubieran seguido en la misma línea, podría haberlo incluirlo en mi lista de sagas favoritas. Me he implicado más de lo que esperaba y, lo cierto es que, incluso la despedida entre Dana y Kai me hizo derramar alguna lágrima.

El segundo libro, La maldición del maestro (2001), fue un tanto decepcionante. Realmente me gustó menos que el primero. Primero de todo, no me agradó que la protagonista ya no fuera Dana, sino Salamandra. No me desagradaba, pero tampoco me caía completamente bien. Me parecía muy injusto su trato hacia Jonás y su encaprichamiento con Fenris, que ni siquiera la correspondía. Además, me entristeció mucho conocer la muerte de Maritta al principio del libro. Aunque fuera un poco tosca, me caía bien.

No me suele hacer gracia que se incluyan tantos personajes nuevos, aunque Jonás y Conrado me cayeron bien. Me extrañó que Morderek resultara ser tan egoísta y malo, al principio solo parecía demasiado presuntuoso. Lo cierto es que la reaparición del maestro como fantasma no fue nada memorable, aunque yo no podía evitar sorprenderme con su maldad. Durante el primer libro no parecía tan maquiavélico. Shi-Mae me cayó bastante mal, sobre todo por cómo trataba a Fenris. Nawin tampoco fue santa de mi devoción también al principio, pero luego pareció ser decente. En cuanto a Dana, pasó a tener un papel muy secundario, hasta el punto que ni siquiera pude disfrutar su reencuentro (aún incorpóreo) con Kai, porque lo narraron a través de los ojos y oídos de Salamandra (aunque el narrador de la historia siguiera siendo una tercera persona) y ella pilló la conversación empezada y no sabía lo que estaba ocurriendo.

Honestamente, nada de lo que leía me sonaba, por lo que deduje que este no lo había leído. Sin embargo, la sorpresa que le depara el final a Kai sí que me sonaba mucho, así que no puedo estar segura de no haberlo leído. [Spoiler: me refiero a cuando Kai ocupa el cuerpo de un dragón y vuelve a la vida]. Me extrañó que al final del libro incluyeran un último capítulo que vuelve al principio del mismo, a cuando Kai aún no había regresado a avisar a Dana y Aeonia le mostraba las historias pasadas de los nuevos personajes. Este tipo de epílogos se repetirían en los dos libros restantes.

El tercer libro La llamada de los muertos (2002), desconozco completamente si lo llegué a leer. Me gustó más que el segundo pero menos que el primero. En general, la premisa que planteaba la profecía era interesante, y yo llegué a las mismas conclusiones que Dana sobre a quién correspondía cuál destino [Spoiler: Salamandra ser consumida por su propio fuego y Kai recuperar su verdadero cuerpo, y yo también pensé en Fenris cuando el Oráculo dijo que sería el que oye la voz de los lobos el que moriría entre terribles sufrimientos. Me gustó que esto tomara un rumbo inesperado y los destinos no se correspondieran con quienes habíamos pensado].

Por lo demás, no es que este libro tuviera mucha chicha. Dana parecía volver a ser la protagonista de la historia, pero lejos de serlo claramente. Su actitud no me acabó de agradar del todo. A pesar de que yo en estas historias siempre he sido partidaria de que luchen por sus seres más queridos aunque puedan poner en riesgo a otros, yo en este caso no acababa de ver del todo bien que Dana finalmente se empeñara en conseguir devolverle a Kai su cuerpo si para ello estaba ayudando a cumplir la misma profecía que vaticinaba la muerte de Fenris y Salamandra. No me pareció bien que se fiara de Shi-Mae, a pesar de que al final lo único que esta quería era algo que queríamos todos, que Morderek muriera. Iris me irritó bastante cuando desobedeció las órdenes de Dana y se quedó en la Torre por quedarse cerca de Saevin, porque con ello solo estaba colaborando para que la profecía se cumpliera. Celebré que Dana volviera a ver a su familia aunque lo que no me complació fue que no hubiera ido en todo ese tiempo y que fuera solo por recoger los huesos de Kai y que hubiera tanta tirantez entre su familia y ella.

[Spoiler: Me ha decepcionado y entristecido mucho el final. Es horroroso por parte de la autora que Dana quedara en coma durante décadas y el pobre Kai solo hubiera regresado a la vida como dragón de nuevo para esperar la muerte de Dana durante años sin moverse de su ventana. A parte de que no me consuele demasiado que solo pudieran estar juntos en el Más Allá, Dana ni siquiera pudo vivir hasta mayor rodeada de sus amigos y de Kai aunque este fuera un dragón. O al menos la autora podía haber hecho que Kai no reviviera cuando murió como dragón, para que así se hubieran reencontrado en el otro lado mucho más pronto y no tuviera que haberla esperado durante décadas.]

El capítulo final sobre cómo Fenris se había marchado de la torre tiempo atrás para buscar a más elfos-lobos se me hizo un tanto largo y pesado, y eso podía considerarse un adelanto del cuarto y último libro.

El cuarto libro, Fenris, el elfo (2004); si bien me gustó, fue el que se me hizo ligeramente más pesado, y tardé más días en terminarlo. No continúa la trama donde terminó el tercero —que ya era el final de la historia—, sino que constituye una precuela protagonizada por Fenris en la que se explica su vida desde antes de su nacimiento hasta que fue “acogido” por el Señor de la Torre. Se hace raro leer un libro de Crónicas de la Torre sin Dana y Kai, y eso juega en contra de su disfrute. No obstante, no digo que la historia de Fenris no sea interesante, que lo es, sobre todo su infancia, su amorío con Shi-Mae —a la que se odia un poco menos en este libro— y su temporal pertenencia al clan donde conoció a su segundo amor, Ronna. Esta última me cayó bien, a pesar de que suelo cogerles algo de manía a las intrusas que irrumpen en la historia estando esta ya avanzada y encima tratan de conquistar al protagonista.

Al igual que los libros anteriores, el final es sucedido de un epílogo que relata algo acontecido con anterioridad. En este caso, es el cómo vivió Shi-Mae el descubrimiento de la verdadera naturaleza de Fenris y qué la llevó a denunciarle en el juicio. Lo cierto es que si bien al principio pensé que ofrecer su punto de vista sobre los acontecimientos era innecesario, me equivoqué, puesto que realmente ayuda a comprender sus sentimientos y comportamiento. De hecho, no me pareció que ese epílogo sobrara si no que me gustó como punto y final al libro.

La edición a la que pertenecían los tres últimos tomos que cogí en la biblioteca estaba ilustrada y el tercer libro incluso contenía unas bonitas tarjetas a modo de fichas de personajes que me extraña enormemente que no hubieran sido robadas por algún lector espabilado. Aunque la representación de los personajes no era muy fidedigna y el texto contenía lo que en cierto modo eran spoilers de que Morderek iba a ser el malo en esta ocasión y que Saevin, aunque fuera misterioso, no iba a ser malvado.

Como conclusión diré que, en general, la saga me ha satisfecho bastante, si bien me hubiera deleitado muchísimo más si el resto de libros hubieran estado a la altura del primero.

 


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

Reelectura de la saga "Las Crónicas de Narnia" (1950-1956)

Tras mi lectura de las biografías de grandes mujeres, me propuse releerme sagas de fantasía que hubiera leído tan solo una vez en mi preadolescencia y adolescencia. A continuación expongo mis impresiones al haber releído, en el curso de dos semanas y media, Las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis. Aviso que este artículo es bastante largo y en su primera mitad muy personal y subjetivo, por lo que para los lectores más vagos recomendaría leer por encima hasta llegar al séptimo libro, y a partir de ahí leer muy atentamente, pues explico algunas cuestiones realmente interesantes acerca de las probables comparaciones que pueden encontrarse entre la mitología del mundo narniano y nuestra religión cristiana. Incluso pensé en dividir en dos esta reseña porque realmente esa última parte merece mucho la pena ser leída y es muy breve.

Antes que nada, hay que aclarar que no existe un único orden de numeración de estos libros, ya que ni fueron escritos en el mismo en el que se publicaron, ni el orden de publicación original se corresponde con el cronológico de los acontecimientos que suceden dentro de la historia. La edición que tengo yo los coloca respetando el orden de los acontecimientos y, sinceramente, a mí me parece el más adecuado para no perderse dentro de la historia. Por ello, la numeración que voy a seguir en esta reseña es la siguiente:

Libro 1: El sobrino del mago (1955)

Libro 2: El león, la bruja y el armario (1950)

Libro 3: El caballo y el muchacho (1954)

Libro 4: El príncipe Caspian (1951)

Libro 5: La travesía del Viajero del Alba (1952)

Libro 6: La silla de plata (1953)

Libro 7: La última batalla (1956)

Los únicos tomos que se llevaron a la gran pantalla fueron el dos, el cuatro y el cinco, es decir, respetaron el orden original de publicación, o al menos los estaban haciendo hasta que cancelaron la adaptación del resto de la saga.

Obviamente, va a haber muchos spoilers en esta reseña, así que quedáis todos avisados.

 

Mi experiencia personal con Las Crónicas de Narnia:

No recuerdo cómo empezó mi conocimiento de esta saga, pero imagino que fui a ver la primera película al cine (El león, la bruja y el armario). Tampoco me acuerdo si fue después de esa o de las dos películas siguientes que empezaron a comprarme los libros. Tan solo los debí de leer una vez y, si bien no sé a ciencia cierta si leí todos los que tengo, estoy bastante convencida de que no llegué a leerme los dos últimos. Me ha sorprendido no encontrar el segundo en mi estantería, y he deducido que probablemente se deba a que ya había visto la película, y yo por aquel entonces no estaba especialmente interesada en leer historias que ya hubiera visto en la pantalla grande y me solía centrar en aquellos tomos que no hubieran adaptado al cine. Desde entonces, no solo no volví a leer los libros sino que tal vez tampoco volví a ver las películas. Durante todo este tiempo perdí todo interés en Las Crónicas de Narnia y nunca pensaba en esa saga cuando rememoraba mis sagas favoritas o personajes de libros leídos.

Fue hace unos meses cuando opté por poner escrito las principales sagas que había leído para plantearme si releerlas, así que añadí esta a la lista y a pesar de no tener ningún interés al principio en su relectura me dije que si optaba por volver a leer las que solo hubiera leído una vez esta también debía releerla, pues además era la que menos reciente tenía de todas. Pasaron muchos meses desde que al fin me dispuse a empezar con esta tarea y no fue hasta que recién iba a empezar con esta que realmente sentí ganas de ello.

Honestamente, no recordaba nada de nada antes de ponerme a leer, ni siquiera de las películas, que suelen dejar una huella más marcada y visual en la memoria. De la película de El león, la bruja y el armario solo recordaba vagamente a Lucy entrando en el armario y saliendo a la nieve y poco más. De alguna de las otras solo recordaba el rostro del príncipe Caspian porque era tan guapo que tuve un poster de la película en mi pared durante un tiempo, y también algo sobre unas aventuras a bordo de un barco, sin más detalles. Está claro que soy la clase de persona que puede volver a ver películas o releer libros como si fuera la primera vez.

Al igual que me ocurrió con las películas de Harry Potter, consideraba que tanto los libros como las películas de Narnia las iba a disfrutar y comprender mejor ahora a mi edad aunque la historia ya se me haya quedado un poco infantil. Y lo cierto es que no me equivocaba. Por una parte estaba el hecho de debido a mi penosa memoria los he leído como por primera vez, pero por otra la nostalgia por mi infancia me ha servido como un poderoso atractivo durante la lectura.

La narración está dirigida a un público infantil de forma muy clara y evidente. Constantemente el narrador se hace presente dirigiéndose al lector explicándole cosas y haciéndole preguntas para asegurarse de que los niños sigan bien el hilo de la historia y no se pierdan o no comprendan cosas. Pero esas aclaraciones no me resultaban molestas, de hecho, a veces eran más bien irónicas y divertidas.

Aunque me preguntaba si según leía me iría acordando de cosas, lo cierto es que con el primer libro (El sobrino del mago) lo único que recordaba haber leído en el pasado porque sí me resultaba familiar fueron las escenas en las que Polly y Digory llegan al mundo de Charn (más que nada por las ruinas y la iluminación rojiza) y el momento en el que llegan a una Narnia que aún está siendo creada mediante el canto del león y el sol comienza a asomar. Curiosamente, me resultaban más familiares las ilustraciones, que sí que me sonaban un poquito más, sobre todo, evidentemente, la que representé yo para un concurso de dibujo que gané en 1º de la ESO.

La narración de la historia me pareció, al igual que la de los libros posteriores, más para niños de lo que pensaba, muy enfocada al público infantil. No obstante, sin parecerme una historia extraordinaria me ha gustado y entretenido y en la segunda mitad sí que me daban ganas de ponerme a leer para continuarlo. Sin duda mi parte favorita porque es realmente graciosa es cuando los animales parlantes que Aslan acaba de crear en Narnia ven al río Andrew e intentan plantarlo en la tierra tras debatir y determinar que debe de tratarse de una especie de planta. Esos diálogos son verdaderamente divertidos. El resto del libro no tiene tanto humor, tan solo ligeros toques demasiado suaves como para hacer reír.

El segundo libro (El león, la bruja y el armario), como digo, lo tuve que reservar en la biblioteca e intuyo que no lo había leído nunca. Me gustó también, pero no diría que más que el primero. Según leía sí que me iban sonando cosas de la película como el fauno Tumnus avergonzándose de haber avisado a la Reina Blanca de que ha llegado una humana al reino, o el hecho de que Peter recibió como obsequios y armas un escudo y una espada, Susan un arco y flechas y Lucy un antídoto para curar heridas con el que después de la batalla le salvaría la vida a su hermano. Hablando en plata, Edmund me pareció “tonto del culo” y un pésimo hermano y opino que Aslan fue muy benevolente con él al nombrarle también Rey.

El tercer libro (El caballo y el muchacho) supongo que sí lo leí en su momento, pero lo cierto es que no he recordado nada según lo leía. Solo me resultaba familiar el encuentro de Shasta con Aravis y la mención de las Tumbas de los Reyes en las que tenían que encontrarse si el grupo se separaba. Pero ni siquiera estaba segura de que esta sensación familiar no se debiera a que leí algún otro libro en el que ocurriera algo parecido. Intuyo que de pequeña no me entusiasmó en exceso porque la historia de un chico pobre y un caballo parlante que huyen y se pasan medio libro atravesando el desierto en un contexto de reminiscencias árabes o moras no me encaja mucho con el tipo de historias que disfrutaba leyendo de pequeña. Ahora sí me ha gustado aunque no diría que más que los anteriores.

Valoro el hecho de que cuente una historia algo diferente con protagonistas distintos y un ambiente y cultura también diferente. En este, el humor está más distribuido en forma de comentarios graciosos o apuntes del narrador a lo largo de toda la historia, no hay una escena en específico que fuera mucho más divertida que las demás como en el caso del primero. En lo referente a los personajes, Aslan tiene un papel menos importante y solo aparece en momentos muy puntuales y breves. Simpaticé más con Shasta y Hwin que con Aravis y Bree, pues los primeros son más humildes y los segundos más pretenciosos aunque de buen corazón. Aunque Shasta y Aravis terminen juntos (como se veía venir por ser una historia predecible para niños con final feliz), no hubo indicios románticos durante la narración ni muestras de interés mutuo, lo que resulta refrescante para mí, pues las tensiones románticas no resueltas a veces terminan resultando cansinas. Sobre este hecho, me apetece rescatar una de esas referencias implícitas que solo los adultos comprenden que verdaderamente me hizo sonreír en complicidad con el autor. Me refiero al momento en el que este explica que, dado que Shasta y Aravis discutían con asiduidad, decidieron casarse para así poder seguir haciéndolo con mayor comodidad. Honestamente, ¿acaso no es eso en lo que verdaderamente consiste el matrimonio? Jajaja.

El cuarto libro (El príncipe Caspian), más bien no lo recordaba en absoluto, para que engañarnos, y, aunque me gustó, quizá me resultó levemente menos interesante que los anteriores. En general tiene algo menos de humor y las aventuras tampoco es que resulten demasiado frecuentes ni excitantes. El relato de la huída de Caspian ocupa casi un tercio del libro, aunque lo cierto es que es interesante. Por lo demás, no es que suceda gran cosa aparte de que los Pevensie van de acá para allá intentando llegar hasta él para ayudarlo. Al final del libro ya recibimos la triste noticia de que Peter y Susan no van a volver a Narnia por haberse hecho “demasiado mayores” razón que, sinceramente, me parece un tanto estúpida, pero que se intenta reforzar con el hecho de que ninguno de los dos creyeron a Lucy cuando esta dijo ver a Aslan ni se ofrecieron a acompañarla en su busca. Edmund, que es más pequeño, sí tuvo más fe en ella y quizá por eso a él sí se le permitió regresar. Por otra parte, me chocó bastante leer a un Caspian tan niño, pues recordaba al apuesto joven que lo había protagonizado en las películas y que debía sacarle como diez años.

Cuando llevaba media relectura del quinto libro (La travesía del viajero del alba) pensé que quizá en el pasado solo debí de empezar a leerlo y no lo terminé. Digo esto porque la escena del principio en la que los tres niños se quedan contemplando el cuadro de la habitación y son engullidos por él sí me sonaba mucho haberlo leído, sin embargo, con ninguno de los acontecimientos posteriores había vuelto a tener la misma sensación. No obstante, cuando leí sobre la Isla de los Farfallones, sobre la Isla Oscura y el final del mundo —con las aguas rodeadas de flores— sí tuve una muy vaga sensación de familiaridad, por lo que deduzco que sí debí de leerlo entero.

Si bien este tomo tampoco es que sea el más interesante (sí el más largo), el hecho de que las aventuras tengan lugar en el mar y el trayecto en barco le aporta un soplo de aire fresco y una variación que siempre se agradece. El humor tampoco destaca demasiado en esta ocasión y he de decir que la parte final del libro me ha parecido extrañamente surrealista, quizá lo que más de toda la saga, y algunas partes un tanto creepy, que hacían aflorar en mí la sensación de que me podían haber dado un cierto “yuyu” al leerlas de pequeña, sobre todo las de las islas que antes mencioné, ya que ocurren cosas realmente extrañas.

El sexto libro (La silla de plata) estoy suficientemente convencida de que nunca lo llegué a leer porque no me sonaba ni lo más mínimo. No sentía ninguna sensación de familiaridad al leerlo. No me entusiasmó comprobar que Eustace iba a ser uno de los protagonistas, ya que en el quinto libro me irritaba bastante, pero tanto él como el desarrollo del libro me sorprendieron para bien. No es que suceda nada particularmente interesante y el planteamiento es algo más soso que el de los otros —ni siquiera se aprecia un claro clímax ni hay una batalla—, sin embargo, se me ha hecho más ameno que el anterior. Tiene algo más de humor, aportado sobre todo por el meneo de la Marisma llamado Charcosombrío, personaje que me ha caído bastante bien y cuyo pesimismo me hacía gracia y me recordaba mucho a mío.

El séptimo libro (La última batalla), el más corto de todos y con menos humor, sí diría que me ha decepcionado por varias razones. Para empezar, el comienzo no fue mucho de mi agrado. Mientras que los anteriores partían de nuestro mundo y de cómo los niños en cuestión, que eran los protagonistas, llegaban a Narnia; en este el primer capítulo te presenta al odioso chimpancé Triquiñuelas y al asno Puzzle. A pesar de que en Narnia los animales parlantes tienen una importancia primordial y no sería Narnia sin ellos, disfruto más de sus intervenciones algo más dispersas por la trama o centradas en la interacción con humanos. Por mucho que esto solo ocupara el comienzo del libro, no disfruté mucho leyendo sobre Triquiñuelas (no podrían haberle dado un nombre más adecuado al maldito) y el extremadamente lelo Puzzle, si bien reconozco que esto sienta las bases del resto de acontecimientos del libro y por tanto su narración era indispensable para poder comprender lo que sucede después. De todas formas, algo que también diferencia este tomo de los anteriores es que en esta ocasión el protagonista es un Rey narniano llamado Tirian, no los niños de nuestro mundo, que tienen un papel ligeramente más secundario. El autor intentó incluir apariciones o menciones a todos los personajes que habían tenido alguna importancia a los largo de la saga, un tipo de homenaje que a mí siempre me gusta, si bien en este caso se ciñó más que nada a la parte final del libro y de una forma un tanto superficial. Al leer la sinopsis, me había hecho ilusión saber que los Pevensie iban a aparecer otra vez junto con Jill y Eustace, si bien me dio muy mala espina no encontrar a Susan enumerada entre ellos. Me llevé un chasco cuando comprobé que, no solo los Pevensie no se dignan a aparecer realmente hasta casi el final, si no que, en efecto, Susan no está entre ellos. Quizá los que no quieran leer spoilers deban saltarse el párrafo que escribo a continuación.

Me pregunto qué problema tendría el autor con el personaje de Susan. Debería haber tratado a los cuatro hermanos por igual. Si Edmund comenzó siendo un traidor y se redimió, ¿por qué no hizo lo mismo con Susan? Para empezar, no tiene el más mínimo sentido que se inventara que Susan había dejado de creer en Narnia. Había estado allí en dos ocasiones y en la primera de ellas durante décadas, ¿cómo diablos iba a creer entonces que no habían sido más que juegos de niños? La única explicación que se me ocurriría es que, herida por haberle dicho Aslan que no podría volver a Narnia y a la defensiva por su propio comportamiento escéptico durante ese viaje, optó por intentar olvidarse de ese mundo para seguir adelante, hasta el punto de que llegó a convencerse a sí misma de que todo se lo habían imaginado. Quizá esta fuera la forma que tuvo Lewis de referenciar cómo algunos niños, cuando crecen, siguen aferrados con cariño y nostalgia a su infancia mientras que otros reniegan de ella en un intento desesperado por aparentar madurez. Sea o no esta la razón, no me parece bien el trato que Lewis le dio a uno de los personajes protagonistas de la saga. Lo que es más, esto causó un distanciamiento entre ella y sus hermanos —Peter habló de ella en tono despectivo y frío y los demás ni la mencionaron en todo el libro— y acabó originando una gran desgracia, pues acabó por no compartir el mismo destino que todos ellos y por tanto la condena a la desgracia dejándola completamente sola por el resto de su vida.

Esto me lleva el desenlace de este último libro y de toda la saga, que sin lugar a dudas fue lo que más me decepcionó y entristeció de todo, porque, sinceramente, teniendo en cuenta la saga que estaba leyendo, no me esperaba un final tan triste, aunque sus implicaciones se suavizaran o edulcoraran para los lectores infantiles. Y aviso por adelantado, aquí viene el MEGASPOILER PADRE DE TODOS LOS SPOILERS de esta saga:

¿Cómo diantres se le ocurre a C.S. Lewis matar a los niños protagonistas? Vale que ellos quisieran vivir para siempre en Narnia y que solían regresar a su mundo a regañadientes, pero ¿no había otra forma de dejarlos en Narnia que no fuera matándolos, y más teniendo en cuenta que si siquiera se trataba del mismo Narnia que habían conocido?

Parecía que el autor quería introducir a la fuerza algo de drama, como para demostrarle a los niños las cosas terribles que pueden suceder en el mundo, pero a la vez envolviéndoselo en azúcar para no traumatizarlos. ¿Y sabes qué? No cuela. El drama es drama aun así. Lo que es irreparable es irreparable aunque me lo vendas entre algodón de azúcar. Y puede que a un niño consigas venderle ese efecto deseado —aunque me niego a creer que el niño fuera tan tonto como para no quedarse triste aun así—, pero a un lector adulto no. Sobre todo si ese lector, como es lo común en el siglo XXI, no cree en cosas como el cielo, el infierno o el Más Allá. Realmente parece que C.S. Lewis intentó meterles a los niños con calzador la religión católica a través de este libro.

Puede que un niño no captara las pequeñas pistas que iba dejando el autor para comprender la verdad, pero yo sí. La primera mención al accidente de ferrocarril ya me dio mala espina y me parecía sacada de la nada. ¿A qué venía eso si no implicaba lo que claramente iba a terminar implicando? Y ya cuando en su siguiente alusión a este hecho los personajes —muy inocentes ellos por no darse cuenta— empezaron a mencionar que tras este de repente habían dejado de sentir entumecimiento o dolores y que los mayores habían rejuvenecido, o que por mucho que treparan montes y montes no se cansaran, yo ya sabía que podía temerme lo peor. Aún así me aferraba a una brizna de esperanza, diciéndome que quizá se sacaban otra explicación fantasiosa de la manga y que no estaban muertos. Pero no. Si no hubiera habido ninguna aclaración me hubiera perturbado porque no hubiera sabido qué pensar, pero la aclaración que llegó de los labios de Aslan confirmó mis peores temores y eso fue de todo menos tranquilizador.

Y para colmo, resulta que en el otro ferrocarril que se estrelló iban también los padres, que también fallecieron sin haber tenido la más mínima aparición o relevancia en toda la saga. Repito, ¿qué necesidad había de matarlos a todos ellos? No era ningún requerimiento de la trama en absoluto y me indigna mucho. Y casi me indigna más que la pobre Susan, siendo la única superviviente por no ir en ese maldito ferrocarril, se quedara completamente sola, viéndose abruptamente despojada de sus padres y hermanos y sin ningún tipo de consuelo acerca de su paradero en el Más Allá. Es que me parece sumamente cruel, de verdad. Al menos Polly y Digory eran muy mayores, por lo que su muerte no resulta tan trágica, ¿pero los demás? Y, como si estas muertes no fueran suficientes, al final del libro Jill, Eustace, Tirian y los animales que se pusieron de su lado también caen en la batalla. ¿En serio? ¿Solo para que estén todos juntitos y felices en el Más Allá? ¿Qué necesidad había de que murieran tan jóvenes? Lo cierto es que si bien no lloré, me quedé con ganas.

Me pregunto qué fue de los malvados ¿murieron también? En teoría Aslan eliminó por completo Narnia, así que ahí se deduce que todo ser vivo fue sacrificado, cosa que me parece enormemente cruel por parte de un personaje benévolo como Aslan, tendiendo en cuenta que en el segundo libro este decidió sacrificarse a sí mismo para que no muriera Edmund. ¿Y ahora los mata a todos? No lo entiendo. ¿Por qué Aslan no apareció para salvar la situación a tiempo como en otras ocasiones? Es omnipotente, nada de eso tenía por qué haber ocurrido.

Y eso me lleva al otro tema que me decepcionó. ¿Por qué diablos Aslan decidió destruir Narnia, un mundo que había durado tan pocos siglos? ¿Fue quizá que le decepcionó tanto la conducta de los narnianos, dejándose embaucar por un mono malvado y mentiroso, o porque otros habán perdido la fe en él desde antes? Eso sería cómo decir que en nuestro mundo Dios tiene el derecho a destruir el Planeta Tierra solo porque parte de la población no cree en él.

Esta resolución final también sirve para confirmar las hipótesis religiosas que se despiertan en un lector avispado a lo largo de toda la saga, a través de las figuras de Aslan y Tash y la conveniente forma en la que sus devotos les rinden pleitesía. Pero todo esto lo explicaré en mayor profundidad al final del todo. Del mismo modo, también me sorprendió encontrar una referencia tan clara a la filosofía de Platón, que yo cacé al vuelo enseguida y que líneas después se me vio confirmada a través de un personaje que (por si acaso algún lector despistado no lo había pillado), menciona que, en efecto, eso era justo lo que pensaba Platón. Es un spoiler muy grande así que de este aviso por adelantado. [SPOILER: me refiero a la escena al final en la que se revela que tanto nuestro mundo como Narnia no eran más que una copia deslucida de los mundos originales que se encuentra en el Más Allá, a los que llegas una vez que mueres.]

FIN DE LOS SPOILERS

 


El sexismo y la religión en Las Crónicas de Narnia:

No considero que esté de más apuntar que he captado un marcado machismo que sin embargo resulta más o menos comprensible teniendo en cuenta que el autor escribió estos libros en los años 50. Está el hecho de que muchos personajes y el propio narrador se muestran contrarios a que las chicas participen en las batallas o incluso mencionan que no las ven muy capaces de defenderse. Incluso en el tercer libro el príncipe Corín sostiene que «Ella (Lucy) vale tanto como un hombre o, al menos, como un muchacho. La reina Susan es más parecida a una dama adulta corriente». No voy a negar que me contrarió y molestó leer esto. Pero lo que ya me pareció pasarse de la raya fue la condescendiente y paternalista conducta del Rey Rilian hacia Jill en el último libro, a la que llegó a decirle, tras haber observado la matanza de un montón de caballos: «Si tienes que llorar, preciosa, vuelve la cabeza y ten cuidado de no mojar la cuerda del arco», así como otros indignantes comentarios por el estilo.

A pesar de tratarse de una saga dirigida más que nada a un público infantil, contiene referencias implícitas a cuestiones que solo los adultos pueden entender, tal y como he comprobado yo en esta relectura. Esto está constituido principalmente por las alusiones religiosas. Que el personaje de Aslan equivale a Dios es sumamente evidente para cualquier adulto e inclusive quizá también para algunos niños. No solo es el supremo soberano y creador de ese mundo y sus criaturas, sino también el ser que es alabado, respetado y reverenciado al que hay que obedecer y nunca contrariar. Es benévolo y compasivo pero también justo e implacable. Incluso tenemos en El león, la bruja y el armario una alusión a Jesucristo y su sacrificio por los seres humanos en la forma de Aslan sacrificándose a manos de la Bruja Blanca para salvar a Edmund y a los narnianos, seguido de su posterior resurrección. Eso por no hablar del hecho de que en Narnia los hombres y las mujeres son denominados “Hijos de Adán” e “Hijas de Eva” respectivamente.

Es, también muy revelador, el hecho de que en el tercer libro apareciera otra etnia diferente, los carlomenos, que rendían pleitesía a un dios diferente, Tash. El autor estaba representando al dios de los cristianos en Aslan y a Alá, el dios islámico, en Tash. Aún más interesante para los lectores adultos es leer cómo, en el último libro, el chimpancé trata de poner a los carlomenos de su lado intentando convencerles de que Aslan y Tash son la misma persona y rebautizándolo como Tashlan. Los carlomenos le seguían la corriente por el beneficio que eso iba a suponer para sus intereses propios pero, en su fuero interno, no solo no se creían que se tratara del mismo dios, sino que muchos de ellos ni siquiera eran realmente creyentes, aunque actuaran y juraran en el nombre de Tash. Con esto, C.S. Lewis hace una interesantísima alusión a la hipocresía que rodea a la religión y a las personas que ponen a un dios en el que no creen como excusa para comportarse de una determinada manera, pongamos por ejemplo, para conquistar a un pueblo a la fuerza. [SPOILER: Al final, se revela que Aslan, en efecto, es Dios, mientras que Tash más bien encarna al diablo, y que por eso en el desenlace de la historia este se estaba llevando a los seres vivos malvados. Por otra parte, tenemos una emulación del Juicio final: los seres buenos caminan hacia la derecha de Aslan, camino a una especie de paraíso y los malvados (que se corresponden con los que no creían en él o lo detestaban) hacia su izquierda. Esto demuestra hasta qué punto el autor parecía ser creyente y la forma sibilina en la que censura a los no creyentes, insinuando que van a ir al infierno. FIN DEL SPOILER]

Obviamente nada de esto iba a ser comprendido por un lector infantil. Ahí es a donde voy al decir que, siendo o no una saga para niños, es también una lectura interesante para los adultos, que pueden descubrir en ella cosas que nos niños no pueden. El autor aborda estos asuntos con suma inteligencia y, en lugar de hablar de ellos y explicarlos abiertamente, los deja caer pasando de puntillas sobre ellos, para librarse de críticas o censuras, ya que, de este modo al no afirmar nada clara y abiertamente, cualquier cosa que el adulto creyera entender, seguiría siendo tan solo eso, una interpretación del lector. Muy muy listo, C.S. Lewis.