domingo, 16 de mayo de 2021

Biografía "Mary Shelley: la visionaria escritora que concibió con su pluma la ciencia ficción"

Hoy os traigo una publicación un poco diferente.

El mes pasado, antes de comenzar el horrible descenso a los infiernos que supuso la publicación de la fecha de mis oposiciones (que ahora me ocupan el 75% del tiempo en el que estoy despierta), me leí una biografía de Mary Shelley, la autora de la mítica novela Frankenstein.

En concreto se trata de Mary Shelley: la visionaria escritora que concibió con su pluma la ciencia ficción (2019), redactado por Eva Díaz Riobello y perteneciente a RBA Coleccionables.

El libro pertenece a la Colección Grandes Mujeres que fue lanzada en Kioscos hace un par de años. Adquirí varias de ellas, y llevaba desde entonces tratando de buscarles un hueco entre mis lecturas, sin éxito.

 

Finalmente, tras terminar Sol de medianoche, decidí empezar con ellas siguiendo un orden basado en mi interés particular. Tras finalizar este tomo, estaba dispuesta a comenzar con la biografía de Hedy Lamarr hasta que la noticia de la recta final de mis oposiciones me obligó a hacer un alto en gran parte de mis actividades de ocio que se va a prolongar mínimo un par de semanas más. Ni siquiera logré forzar un hueco para subir esta reseña —que redacté poco después de terminar el libro— hasta ahora.

Si digo que hoy no os traigo una reseña al uso es porque no voy a centrarme en evaluar la obra en sí, pues a fin de cuentas no se trata de una novela sino de una biografía, si no en hacer un repaso por lo que esta nos enseña, es decir, por la —trágica— vida de Mary Shelley. Para este fin, el libro en cuestión se ayuda de una serie de pasajes del diario personal de Mary.

 

 Mary Wollstonecraft Godwin fue la hija de los filósofos Mary Wollstonecraft (una de las propulsoras del feminismo, autora de Vindicación de los Derechos de la Mujer) y William Godwin. Nació en Londres en 1797, once días antes del fallecimiento de su madre producido por una infección contraída durante el parto. Su padre volvió a casarse con una mujer opuestamente diferente a quien había sido el amor de su vida. Esta señora, Mary Jane Clairmont, sería el prototipo de madrastra que traería a la pequeña Mary de cabeza durante su vida. Ella aportó al matrimonio hijos previos, Charles y Claire Clairmont —quien acabaría acompañando a Mary en muchas de sus peripecias por el mundo—, que se sumarían a la pequeña Mary y a Fanny, la hija que Mary Wollstonecraft había tenido con otro hombre antes de casarse con William. Después, William y ella concibieron uno mutuo, al que llamaron en honor de él.

Cuando Mary tenía 17 años de edad se enamoró de Percy Shelley, un joven poeta casado que compartía los ideales liberales de William Godwin, quien le invitaba a menudo a charlar y filosofar en su casa. Ante la oposición de sus familias a su romance, decidieron fugarse juntos en 1814 a Francia, no sin llevarse con ellos a Claire, quien también estaba deseosa de salir del hogar familiar.

Los tres juntos vieron mundo, hicieron amigos intelectuales, cambiaron constantemente de residencia y escaparon de las habladurías que habían dejado a su paso y de la furia que habían despertado en su familia. Era inconcebible que un hombre casado y con hijos y una mujer que no era su esposa cohabitaran, y eso era motivo suficiente para que su reputación se viera arruinada de por vida. Vivían todo esto sin dejar de enviarle dinero a William Godwin, que se hallaba casi en la ruina, y que prácticamente solo escribía a su hija para pedirle dinero a su novio.

Al año siguiente de su fuga Mary se quedó encinta por primera vez, pero su hija fallecería a las pocas semanas de vida tras el parto. Ese sería solo el principio de las innumerables desgracias y tragedias que tendría que enfrentar a lo largo de su vida. Poco sabía de todo lo que estaba por venir.

Durante una estancia en Suiza en 1816, forjaron una estrecha amistad con el reconocido poeta Lord Byron, del que hablaré después porque no se merece irse de rositas. Durante una velada en su casa junto a John Polidori, todos ellos menos Claire aceptaron un reto: escribir una novela “de fantasmas”, en el sentido que ahora entenderíamos como terror y suspense. Fue ese el germen de la gran obra que Mary trabajaría durante dos años más y que le ha asegurado un nombre entre los precursores de la ciencia ficción en la actualidad: nada más y nada menos que la historia de Frankenstein.

Poco después, dos tragedias más sacudirían a la pareja: los suicidios de Fanny, una de las hermanastras de Mary, y el de Harriet, la esposa abandonada de Percy —el cual además no logró hacerse con la custodia de sus hijos—. En un lado más afortunado de los acontecimientos, ese año Mary y Percy también alumbrarían su primer hijo varón, William; contraerían matrimonio para poder reclamar la tutela de los hijos anteriores de Percy —que aun así les sería denegada— y concebirían a su hija Clara.  Mary, además, publicaría su primera obra, Historia de un viaje de seis semanas (1817), acerca de la época más reciente de su vida. Frankenstein fue finalmente publicada anónimamente en 1818. Sí, anónimamente, porque en aquel entonces que una mujer se atreviera a firmar su obra era equivalente al más que seguro fracaso comercial de la misma y garantía del desprecio de la crítica.

Para entender muchas cosas convendría señalar algunos rasgos básicos del comportamiento de Percy Shelley. En primer lugar, era un “culo inquieto” y no aguantaba mucho tiempo residiendo en el mismo lugar. Eso le llevó a persuadir a Mary para trasladarse a Italia, arduo viaje que le costó la vida a su bebé Clara, que estaba atravesando unas condiciones muy delicadas de salud. Tan solo un año después, fallecería también su otro hijo.

En segundo lugar, no solo los atrevidos ideales de Percy en relación al amor harían que Mary tuviera que sufrir por su parte infidelidades y encaprichamientos con otras jóvenes cada vez que él se aburría en su matrimonio, sino que para colmo haría indirectamente responsable de esto a la propia Mary solo por hallarse en un estado de desapego y depresión perfectamente comprensibles teniendo en cuenta que en menos de cuatro años había perdido a tres hijos.

Ese mismo año, Mary se refugiaría en la literatura una vez más como su balsa de seguridad y publicaría Mathilda (1819). Además, sufriría un aborto natural de su cuarto hijo y se quedaría embarazada por quinta y última vez del único hijo que la sobreviviría; Percy Florence.

No obstante, las desgracias distaban mucho de llegar a su fin. En 1922 su marido Percy Shelley, que había formado una especie de grupillo de aficionados a la navegación, moriría al naufragar su barco en una de sus salidas por diversión. En el mismo viaje falleció también el marido de su amiga Jane, a quien se uniría más que nunca durante el duelo, si bien años después Jane se descubriría como una amiga falsa que la ponía verde a sus espaldas. Asimismo, todos los amigos que había hecho durante su matrimonio le acabarían dando la espalda tarde o temprano, pues Percy Shelley era el vínculo que realmente los unía y, además, ellos mostrarían un intolerante desacuerdo acerca de las decisiones que Mary tomaría más adelante en relación con la publicación de las obras de su difunto esposo.

Entre 1823 y 1830 publicaría, ya de vuelta en Inglaterra, sus obras Valperga, El último hombre y La suerte de Perkin Warbeck, mientras criaba a su adorado hijo Percy Florence, a quien trataba infructuosamente de inculcar su amor por la literatura. También redactó biografías de Los científicos y escritores más eminentes como colaboración con The Cabinet Cyclopaedia, que se negó en redondo a la propuesta de Mary de incluir la biografía de alguna mujer relevante.

Durante los años venideros, todavía tuvo que enfrentar la muerte de su padre, William Godwin —quien no se había reconciliado con su hija hasta que ella dignificó su unión con Percy con el matrimonio, a pesar de que William siempre había renegado de este sacramento, la lucha con su suegro para que este dotara a su nieto de unos ingresos de manutención suficientes, así como diversos intentos de chantaje que trataban de arrebatarle el poco dinero que había conseguido ahorrar.

Entre 1835 y 1940 publicó sus novelas Lodore y Falkner y sus Caminatas en Alemania e Italia, esta última relatando los viajes que realizó en compañía de su hijo y de los amigos de este. Ocho años después se trasladaría con su hijo y la encantadora esposa de este a la mansión que el suegro de Mary finalmente le legó a su nieto tras su muerte a pesar de la escasa relación que habían mantenido. Por aquel entonces Mary padecía una parálisis que iba en aumento e iría limitando sus movimientos a pasos agigantados, a causa de un tumor cerebral no detectado. Finalmente, en 1851, Mary Shelley falleció a los 53 años y fue enterrada por deseo suyo junto a los restos de sus padres.

 

Si tuviera que encontrar algún defecto en Mary Shelley sería, por una parte, lo extremamente cegada de amor que estaba con Percy, lo cual se traducía en una excesiva sumisión hacia él (nada extraña en una mujer de su época, por una parte, pero sí en alguien de ideas tan supuestamente transgresoras y liberales como las suyas).

Del mismo modo, no puedo olvidar hacer referencia a la extrema hipocresía de su padre quien, si bien la crió y educó en la tolerancia al amor liberal y la crítica al yugo del matrimonio, le retiró la palabra cuando ella se fugó con Percy sin estar casada y no la perdonó hasta que contrajo matrimonio con él. Parece que sus ideas podían hacerse extensibles a todo el mundo, con la salvedad de su hija.

Un poco caradura también era Claire, la hermanastra de Mary, que se les pegó como una lapa a la pareja durante los años siguientes a su fuga hasta el punto de casi pasar a ser tres en el matrimonio.

Claro que nadie figura en su biografía que sea tan sumamente despreciable como Lord Byron. Cuando en 2017 vi la película Mary Shelley protagonizada por Elle Fanning, me llevé una gran decepción con él, porque, por muy buen poeta que fuera, tenía unos principios que dejaban mucho que desear. Pero lo que no podía ni imaginar era lo mucho que la película había suavizado su inmoralidad, como he descubierto años después al leer este libro.

Tras seducir a Claire y dejarla embarazada, Lord Byron se desentendió completamente de ella y del bebé. Cuando Claire reclamó recibir algún tipo de ayuda económica para poder criarla, él solo accedió con la condición de arrebatarle a la niña (a quien además rebautizó porque no le gustó el nombre elegido por su madre) y que Claire no pudiera volver a verla. No obstante, su intención no era ni mucho menos criarla él, sino que se la pasó como si de mercancía se tratara a unos conocidos para que se ocuparan de ella, la cual acabó yendo a parar a un convento, donde no mucho tiempo después falleció. Todo sin que Claire hubiera podido verla crecer. Pero esto es solo un resumen sintético de las numerosas conductas abominables que Lord Byron se traía entre manos.

 

Para concluir, en relación a cómo está escrita la biografía, señalaría a su favor la amenidad de su lectura y la conveniencia de la adicción de una útil cronología al final. Por otro lado, no me convence tanto que en ocasiones se distancie de la objetividad y neutralidad que se espera en este tipo de obras y tire de ficción en su descripción de ciertos detalles sin importancia, como si se tratara del guion de una película.

 

 

Fuentes de las imágenes:

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