sábado, 25 de febrero de 2023

Reseña de Invierno en Las Vegas (2017) de Andrea Izquierdo

Este libro supone la continuación de Otoño en Londres, el cual me leí a principios del pasado diciembre. En lugar de leerme toda la saga seguida como suelo hacer estoy intentando leerme uno en cada estación correspondiente, aunque no sé cómo me las arreglo que nunca logro ponerme con ellos hasta que la estación en cuestión está a punto de terminar :(

Lo primero que he de recalcar muchísimo es que quizá es la saga que he leído en la que es más importante seguir el orden correcto de publicación y lectura. Cada uno de los libros tiene el final más abierto que le leído en mi vida, por lo que no se os ocurra leerlos en desorden. Literalmente cada uno de ellos termina en mitad del clímax o punto álgido de la historia, dejando este completamente interrumpido y sin resolución hasta el libro siguiente. Lo cierto es que durante cada libro no suele suceder gran cosa, pero siempre cerca del final los acontecimientos se precipitan y adquieren un ritmo vertiginoso e incluso estresante que te mantiene en vilo y con una necesidad imperiosa de terminarlo y saber qué ocurre… hasta que te encuentras con que el libro termina sin haber resuelto nada. Evidentemente eso te deja con ganas de saber qué va a suceder en el siguiente, pero, como he dicho, a mí me toca aguantarme puesto que me leo uno por estación. Eso sí, la historia en sí no es nada del otro mundo por lo que realmente aguantar para saber cómo continúa tampoco me supone un gran esfuerzo.

En cierto sentido, aunque son muy semejantes, este quizá ha atrapado un poco menos mi atención respecto al anterior. Sigue teniendo un ritmo de lectura rápido y ameno, pero las partes interesantes de la trama (aunque por motivos demasiado dramáticos para mi gusto) se encuentran al principio y al final, lo cual deja la parte intermedia del libro un tanto coja y sin chicha.

A partir de aquí voy a meter spoilers por un tubo, así que quedáis avisados.

Lo que más me gustó del primero fue la progresión de la relación Tomily, leer sobre sus citas y cómo se iban enamorando. Y, para mi desgracia, este libro carece de eso, puesto que sus interacciones en este se reducen al mínimo. Eso sí, el final aporta esperanzas sobre su futuro.

Considero que el primer libro logró encontrar un mejor equilibrio entre ese costumbrismo realista de narrar la vida cotidiana de estos jóvenes de distintas nacionalidades y el misterio o suspense que hiciera la historia menos monótona o lineal. Aunque este segundo libro tiene muchísimo más misterio y suspense (leer los últimos capítulos fue una vivencia frenética y estresante en la que hacer una pausa para ir a cenar me supuso un esfuerzo sobrehumano porque yo NECESITABA saber qué estaba ocurriendo), considero que esto ha hecho perder un punto el sentido y la coherencia de la historia. Quiero decir, si el primer libro era básicamente el día a día de unos universitarios, este de repente y sin venir nada a cuento se convierte en un thriller.

Aunque no niego que Andrea ha hecho un espléndido trabajo a la hora de mantenernos al borde del asiento y con el corazón a punto de salírsenos por la boca, la forma en la que ha producido este efecto no me ha resultado nada realista ni convincente dentro de esta historia, sino más bien forzada y poco natural. La trama no pedía un desenlace así, sino que ella la ha forzado y ha metido con calzador una serie de giros muy poco realistas que se salían por completo de aquello que esperabas leer en una novela de estas características.

Siempre me ha molestado que se introduzcan nuevos personajes porque los siento como extraños a los que te fuerzan a acostumbrarte, pero es que para colmo en este caso no siento que los haya introducido de una forma natural sino sólo para justificar necesidades del argumento. El personaje de Jasmine no me ha convencido en ningún momento ni me parece que haya aportado nada (su intervención final fue absurdamente corta y poco realista) y Jordan en sí no tiene ni pies ni cabeza como personaje. No te hablan de él en todo el libro, ni siquiera te van preparando para la introducción repentina de un supuesto hermano de Finn. Es el prototipo de malo malísimo muy arquetípico y sin claroscuros que por motivos que desconocemos y que presumo que serán completamente incoherentes e injustificados, odia tanto a su hermano y al novio de este como para tramar sus muertes como si de un taimado villano de dibujos animados se tratara. Martha y Rex han sido absolutamente prescindibles y superfluos en esta segunda parte, pero no me quejo al respecto pues les tengo manía a los dos.

Los sucesos del libro no ocurren de una forma natural o bien traída, sino que se sienten injustificados y forzados: la abrupta y brusca muerte de Finn justo al principio del libro (honestamente, aunque fuera una solución previsible yo hubiera preferido que el accidente se hubiese quedado en un simple susto y eso era lo que yo esperaba y deseaba leer), producida solo para poder crear un enorme dramatismo innecesario; el regreso de Meredith; el extraño desarrollo de la relación entre Ava y Connor; las extrañísimas interacciones entre Ximena y Nate acerca de un plan que sigo sin comprender; el repentino viaje a Las Vegas que claramente solo responde al deseo de la autora de desarrollar cada libro en una ciudad diferente del mundo que a necesidades verídicas de la trama; el maquiavélico plan urdido entre Meredith y Oliver; la intromisión de Jasmine en The Eye y la huída de Tom; la capacidad sobrehumana que parece haber tenido Jordan para montar su inverisímil plan controlando todos los detalles como si del omnipotente “-A” de Pequeñas Mentirosas se tratase… 

Y sin duda lo menos creíble de todo fue el programa The Eye en sí mismo. Una burda parodia de Gran Hermano que parece dirigida por personas absurdamente retorcidas y sin escrúpulos que someten a sus concursantes a un maltrato psicológico que al parecer los espectadores consumen sin remordimientos. Por ello recuerda más bien al show televisivo que los líderes del Capitolio hacían con los asesinatos que orquestaban en Los Juegos del Hambre que a cualquier programa que pueda existir verídicamente en la vida real.

He aborrecido con todas mis fuerzas a Oliver y Meredith y realmente espero que tengan su merecido, pero, honestamente, me resultaba todo muy poco creíble y peliculesco. Una vez más, al igual que Jordan, parecen villanos de una pura maldad arquetípica y estereotipada, no se desarrollan en ningún momento las razones que se esconden tras su retorcida personalidad, no llegas a sentirlos humanos y verosímiles ni siquiera teniendo en cuenta que hay capítulos narrados en primera persona por ellos. 
 
No resulta creíble que Oliver fuera capaz de guardar tanto tiempo las apariencias con Lily mientras estuvieron juntos, ni que sea capaz de llegar hasta donde ha llegado solo por recuperarla cuando ni siquiera la quiere realmente. Ni es creíble que Lily habiendo averiguado el verdadero plan de ellos decidiera seguirles la corriente y pasar ese mal rato en su cumpleaños. Tampoco que Meredith, a pesar de ser una idiota presumida, egocéntrica y vanidosa sea capaz de dejarse embaucar por él y hacerle lo que les hizo a Lily y a Ava (ya no porque alguna vez fueran algo levemente parecido a amigas, sino porque son seres humanos). La escena en aquel baño de Las Vegas cuando Lily sorprende a esos dos demonios y ellos las maltratan de esa bestial forma a Ava y a ella me pareció completamente inverosímil y fuera de lugar. ¿Y que luego Lily fuera capaz de actuar con normalidad cuando se encontró con Tom en lugar de estar hecha un manojo de nervios, en pleno ataque de ansiedad y llanto como sería lo normal en
una persona humana que acaba de vivir un calvario así? ¡¡¡Venga ya!!!

El final, con lo de los mensajitos en el pasillo del hotel y que tanto Tom como Lily siguieran las pistas como tontos sin decirle nada al otro en lugar de quedarse a salvo en el hotel o pedir ayuda, y el panorama con el que se encontraron al final del todo, también fue absolutamente surrealista, por mucho que me mantuviese en vilo devorando cada página.

En conclusión, opino que Andrea se ha sobrepasado. Aunque el primer libro ya pecaba de intentar introducir un dramatismo innecesario en la historia con el trastorno alimenticio de Ava, el fallecimiento de la madre de Finn o el accidente de avión; en este ya se ha pasado ocho pueblos. Quizá quería que su historia resultara conmovedora, que la gente empatizara, se sintiera identificada y se involucrara emocionalmente, pero cuando abusas tanto de este tipo de situaciones, lo que logras es justo el efecto contrario: alejar al lector, al sentirse defraudado con lo que está leyendo.

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