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viernes, 4 de noviembre de 2016

Bajo la perspectiva de Cooper: Sheldon en las confrontaciones dialécticas



Tan despistada como soy yo, había olvidado por completo que hace más de un mes había escrito una pequeña reflexión sobre Sheldon Cooper que quería compartir con vosotros. Pero nunca es tarde. En ella, me adentro nuevamente en la personalidad de Sheldon para estudiar cómo reacciona este en las discusiones, y también me centro en su consideración de sí mismo.
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Para todos aquellos que valoramos a los personajes de personalidad especial, peculiar y única, Sheldon (The Big Bang Theory) es, en cierto modo, un héroe contemporáneo: se crece ante la adversidad y se opone a lo establecido, reivindicando —en las numerosas disputas dialécticas a las que ha de enfrentarse a lo largo de las temporadas— su postura ante un estupefacto y jocoso adversario normalmente Barry Kripke, Leslie Winkle o Will Wheaton— cuyas burlas y humillaciones no parecen tener efecto sobre el físico teórico.



Sheldon, haciendo gala de una más que óptima opinión sobre sí mismo —que raya, de forma inexcusable, en el egocentrismo—, de un aplomo y una seguridad patentes pero tal vez —solo tal vez— impostados y de una lógica desconcertante de puro aplastante, trata de desmontar uno a uno todos y cada uno de los argumentos de su némesis. 

A pesar de todo, no siempre su réplica resulta exitosa. No parece suficientemente convincente responder por ejemplo—: «No estoy loco, mi madre me hizo las pruebas» a no ser que desees ofrecer mayor munición a tu atacante por medio de una respuesta que, en manos de un interlocutor avispado y espabilado, se puede volver contra ti. Del mismo modo, sus comentarios hirientes e incisivos no siempre logran tener en el otro el efecto deseado. En otras ocasiones, sus respuestas, por apresuradas, pecan de insustanciales, flojas o infantiles, lo que confiere a su enemigo la tranquilidad de saberse momentáneamente por encima y de haberse apuntado ese tanto a su favor al no haber obtenido una réplica contundente ante su ataque.



Eso nos lleva a otra de las aristas de este diamante en bruto llamado Sheldon: su ingenuidad, inocencia y candidez, tácitas en muchas de sus respuestas que, careciendo de la genialidad y sabiduría arrolladoras que cabría esperar en él, se antojan infantiles, picajosas e inmaduras en un hombre de su edad. Sheldon es un niño grande, un “sabio infantiloide” que, frecuentemente, se deja en evidencia a sí mismo por tratar de superar a su rival rebajándose a su altura en lugar de ignorarles con el silencio que merecen. No lo puede evitar: un genio autoreconocido no puede tolerar que una “mente inferior” (como él las considera) trate de usurpar su primer puesto en cualquier clase de disputa dialéctica, por vulgar que esta resulte en comparación a su propio nivel intelectual.


No obstante, Sheldon, a pesar de su apariencia de férreo robot ajeno a los sentimientos y blindado ante las críticas, esconde —bajo ese escudo de acero erigido para protegerse de los insultos, humillaciones y críticas recibidas a lo largo de los años—, un blando corazón que el espectador ha visto estremecerse múltiples veces en pantalla. Jim Parsons, actor excepcional sin tacha posible, pone de su parte en aportar al personaje la humanidad que el propio Sheldon hace todo lo posible por esconder y de la que reniega, intentando encontrar en su reflejo la imagen de las máquinas frías e insensibles a las que este personaje tanto admira.



Él busca reivindicar su lugar en una sociedad que lo excluye constantemente. Está plenamente convencido de pertenecer a un estadio evolutivo superior comprendido dentro de la especie humana. Sin duda, este alarde de superioridad, esta vanidad y esa desproporcionada alta estima en la que se tiene, le lastran enormemente de cara a su relación con los otros personajes, no así con el espectador, al que coloca en una compleja y divertida relación de amor/odio hacia él. Constituye el ejemplo perfecto de aquella persona que disfrutamos observando en la ficción pero que jamás querríamos cruzarnos en nuestra propia vida. En el plano de la realidad, los elogios hacia Sheldon se tornarían, entonces, en bofetadas sin dudarlo, pues los desprecios que este lleva a cabo resultarían insoportables en el mismo momento en el que comenzaran a cometerse contra nuestra persona.



Sheldon Cooper Vs. Leslie Winkle:


Fuentes de las imágenes:







jueves, 4 de agosto de 2016

Reseña del libro "La vida según Sheldon"


Calificación: 8 de 10, 4 estrellas de 5. En parte por su originalidad.


Supongo que el hecho de pedirme para Reyes un libro llamando La vida según Sheldon ya es revelador del grandísimo interés despertado en mi por este personaje.

Yo dividiría el libro en dos partes: en primer lugar, un análisis justificativo del comportamiento de Sheldon, en segundo lugar, los anexos. La primera parte la leí con facilidad, interés y rapidez. La segunda parte, por su parte, se me hizo bastante más espesa y pecaba de actuar “de relleno” para engrosar la obra.

Me ha gustado especialmente la mirada del autor, Toni de la Torre, sobre Sheldon. Tomando a un personaje que –aparentemente-, es opuesto al más común del los mortales y es exagerado en todas sus vertientes de carácter; de la Torre logra justificar su forma de pensar y actuar, planteando todo desde un distinto punto de vista, hasta que logras ver las cosas a su manera y entender hasta qué punto es justificable el por qué Sheldon hace lo que hace.

Por supuesto, yo, sin necesidad de leer este libro, ya me había sentido en múltiples ocasiones identificada con ciertos aspectos de la personalidad de Sheldon (por eso, en parte, me fascina tanto este personaje). Y, admitámoslo, todos alguna vez hemos pensado como él acerca de los demás aunque no tengamos el valor y poco tacto que tiene él para decírselo. 

Es, sin duda, lo que más he valorado del autor, y del libro en general: esa capacidad para meterse en la piel de este formidable personaje (o más adecuadamente, en su mente) y seguir el hilo y la lógica fría de sus argumentaciones. El autor desempeña de forma tan excelente esta tarea que esto provoca no solo que puedas comprender sus actos, sino que incluso logra hacerte ver que la forma de pensar de Sheldon es más razonable de lo que pueda parecer e, incluso, más recomendable y más coherente que la de los otros personajes. Estos últimos, siendo –teóricamente- “más normales”; sin embargo, entran mucho más en contradicción con su forma de pensar que Sheldon, que se atiene férreamente a las ideas que defiende, incluso aunque a veces, debido a la presión social, ceda o tenga sus momentos de mayor “humanidad”.

Así, de la Torre lleva a cabo un trabajo de estudio concienzudo y analítico no exento de una gran originalidad. Esta primera parte se divide en temáticas en función de la relación de Sheldon con distintos aspectos de la vida: “Sheldon y el trabajo”, “Sheldon y el amor”, etc., cada una de ellas subdivididas en capítulos de cortísima extensión cada uno. Además, podemos encontrar gráficos, tablas y dibujos que amenizan su lectura, y entre los que encontramos detalles tan curiosos como las reglas del “piedra-papel-tijera-lagarto-Spock” al que juegan Sheldon y sus amigos, el “Contrato de compañeros de piso” que hizo firmar a Leonard o el riguroso horario semanal que sigue Sheldon para estructurar sus actividades cotidianas del día a día. 

La segunda parte de la obra, los anexos, se me tornó enormemente más tediosa que la primera, y ralentizó tanto mi ritmo de lectura que, pensando, debido a la agilidad con la que leía la primera mitad, que tendría el libro terminado en dos o tres días, finalmente he tardado, si no calculo mal, algo más de dos semanas en acabarlo, a pesar de su extensión moderada. 

El “Sheldonario” (gracioso y curioso nombre por otra parte), provoca un gran hastío en su lectura. Como podréis deducir, se trata de un diccionario de términos, pero no exclusivamente de los empleados por Sheldon o inventados por él, como podría pensarse, sino que, en general, recoge las definiciones o descripciones de series, películas, juegos, actores, científicos y otras personalidades invitadas o aludidas en la serie, entre otras cosas. Esto es interesante, sin duda, y pone de manifiesto, más que cualquier otra parte del libro, la exhaustiva investigación llevada a cabo por el autor. No obstante, el problema es precisamente que peca de exceso de exhaustividad. Vale que si te predispones a enumerar y explicar, por ejemplo, los científicos mencionados en la serie, lo lógico es que figuren todos ellos -sin olvidarse, a ser posible, de ninguno-, ya que si no, la recolección llevada a cabo pecaría de arbitraria y superficial; pero es que llega un punto en el que no puedes evitar comprobar cuántas hojas quedan para terminar el dichoso “Sheldonario”. 

El siguiente anexo me gustó más. Era una recopilación de respuestas (hirientes y egocéntricas, cómo no) de Sheldon en distintos diálogos de la serie. No obstante, eché en falta algo más de orden (por ejemplo, cronológico) en su organización, o al menos que se marcara a qué capítulo pertenecía cada uno. 

En general La vida según Sheldon me ha gustado bastante y considero indispensable, o, como mínimo, recomendable su lectura a cualquier buen aficionado de Sheldon que se precie. Interesante y original a pesar del cierto lastre que supone el “Sheldonario”. A todos los fans de The Big Bang Theory y/o de Sheldon que visiten mi blog les sugiero la lectura de mi artículo Mis personajes favoritos de series de televisión.