lunes, 17 de julio de 2017

Reseña de “Querida Ijeawele: cómo educar en el feminismo”



Calificación: 9’5/10. 5 estrellas.


Después de haber leído el librito Todos deberíamos ser feministas quedé francamente encantada con la autora Chimamanda Ngozi Adichie y con su visión del feminismo. No dudé en compartír mi entusiasmo con mi familia y en recomendarles encarecidamente su lectura, por lo que fue una gratísima sorpresa cuando hace unas semanas me regalaron otro libro sobre feminismo de esta misma autora, también sumamente breve. 

Es increíble la manera en la que te atrapa la forma de relatar de esta autora. Nuevamente, me acabé el libro en aproximadamente una hora, con la estupenda sensación y satisfacción que deja una buena lectura. Diría que este me ha gustado incluso más que el anterior.

Si Todos deberíamos ser feministas se centra en abordar la definición de este controvertido concepto atendiendo a las diferencias de género que la sociedad ha construido entre hombres y mujeres, este otro hace lo propio en el caso de los niños y niñas. Si el libro anterior constituía la adaptación y puesta en escrito de una conferencia dada por Chimamanda, este es la adaptación de una carta que esta escribió a una amiga suya que acababa de dar la luz y que le había encargado la empresa de aconsejarla detalladamente acerca de cómo debería educar a su recién nacida desde temprano en el feminismo. Por ello, la advierte acerca de las pautas distintivas que la sociedad impone a los niños y niñas desde su nacimiento, haciendo que estos se diferencien en su forma de comportarse, vestir, hablar, e incluso en lo relativo a sus aspiraciones de futuro.

A modo de resumen del contenido, podría señalar que Chimamanda rechaza que las tareas domésticas constituyan una tarea naturalmente femenina —dado que no son habilidades innatas o biológicas, sino adquiridas por aprendizaje— y que las mujeres deban renunciar a trabajar fuera de casa. También subraya cómo muchas veces son las propias mujeres las que contribuyen a excluir a los varones de las tareas del hogar o de la crianza de los niños bajo la creencia de que no van a poder desempeñarlas tan bien como ellas. 

Del mismo modo, reprocha a su sociedad que la aspiración al matrimonio sea inculcada persistentemente en la mente de las jóvenes como meta de vida, pues rehúsa pensar en este como en un premio que haya que perseguir. Más adelante, señala cómo la sociedad acentúa las diferencias entre niños y niñas debido a los juguetes que se destinan a cada uno, y que tienen un carácter completamente opuesto: lo juguetes de niños son activos, los de niñas, pasivos. También aboga por rechazar el denominado Feminismo Light que observa en algunas personas de su cultura, y que no es más que otra forma de machismo enmascarado, pues sostiene que la mujer puede hacer lo que quiera siempre que el marido se lo permita.

Chimamanda también recalca el valor de la lectura, y recomienda encarecidamente su aprendizaje por parte de las niñas para ampliar sus conocimientos y abrir sus horizontes. Además, aconseja a la madre de la recién nacida cuestionar el lenguaje sexista frente a su hija, para que esta no dé por sentadas las afirmaciones machistas que este oculta. Defiende, asimismo, el derecho de la mujer nigeriana a poder conservar su apellido en lugar de adoptar el del marido tras el matrimonio. Se muestra favorable a enseñar a la niña a que no pretenda gustar a los demás ni actúe solo para complacerles, y que nunca sienta temor de expresar su opinión o decir que no. Recuerda que la población nigeriana debería ver su cultura con objetividad, valorando lo bueno pero también reprobando sus aspectos negativos.

Otro apunte interesante que hace es que feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente: ni arreglarte poco te hace menos mujer ni engalanarte más te hace menos feminista. Por ello, también hay que desmontar los prejuicios que se tienen hacia las mujeres que cuidan su imagen. Por último, Chimamanda recomienda enseñar a las niñas a buscar alternativas a las formas de vida que se les imponen y a no avergonzarse de hablar de cuestiones tales como el sexo o los atributos sexuales.

Si tuviese que hacer tan solo una mínima crítica al texto sería el hecho de que Chimamanda pasa de puntillas sobre el tema de la homosexualidad femenina, de lo que se obtiene una conclusión poco clara sobre su postura al respecto. No parece reprobarlo, tampoco defenderlo. Sí parece partidaria de respetarlo, pero no queda nada claro ya que el tema es evitado de forma bastante ostensible. 

Fuente de la imagen:
https://imagessl9.casadellibro.com/a/l/t0/09/9788439732709.jpg

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